dissabte, 12 d’agost del 2017

“Andilla. Guerra, patrimonio y reconstrucción” de Paco Teruel pone en valor el papel del municipio en la Guerra Civil Española

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La Pobleta de Andilla

El libro se presenta el 19 de agosto en Andilla y el 22 en Alcublas.

La villa de Andilla y sus tres aldeas –Artaj, La Pobleta y Osset- formaban parte durante la Guerra Civil Española de la Línea X.Y.Z que desde Almenara hasta Santa Cruz de Moya (Cuenca) pasaba por Viver, Jérica, Andilla y La Yesa. Una línea de capital importancia en el sistema defensivo republicano. Andilla, pero, también formó parte de otra línea inacabada y menos conocida que fue bautizada como “Línea Intermedia o Línea del Palancia”, por seguir el curso de este río, con final en Sagunto.




Bombardeo sobre la zona de Canales – Andilla

Con la construcción de estas líneas defensivas, Andilla comienza a sentir los sinsabores de la guerra en  su propio territorio. Las montañas del municipio se llenan de ingenieros militares, zapadores y trabajadores, prisioneros forzados a participar en la construcción, y soldados, pues en el verano de 1938 el frente de guerra se había adueñado ya de la villa andillana y sus aldeas. Además, no podemos olvidar que en los municipios vecinos de Villar de la República –como aparece nombrado durante la guerra Villar del Arzobispo- y Alcublas habían construido dos aeródromos militares republicanos. La cercanía del combate se sentía en estos municipios, de hecho el aeródromo alcublano solo estuvo activo el primer semestre de 1938, ya que la proximidad del frente desaconsejaría su uso en los meses siguientes. Conforme avanzaba la línea de combate, centenares de huidos de Sarrión, Bejís, Sacañet, Canales, Andilla… Vagaban por los caminos y sendas buscando un sitio donde protegerse de las bombas. Muchos de ellos encontraron en Alcublas este refugio. La mayoría de andillanos abandonaron sus casas y buscaron refugio en las construcciones de campo ubicadas en las Bodegas de Pardanchinos. No regresaron a sus casas hasta que la guerra hubo finalizado. La Baronía de Andilla –la villa, aldeas e infraestructuras, como la conducción de aguas de la Fuente Bardés- fue reconstruida por la Dirección General de Regiones Devastadas.




Itinerario aéreo a Andilla

Reconocimiento
El Ayuntamiento de Andilla ha querido plasmar en este libro, “Andilla. Guerra, patrimonio y reconstrucción”,  su pasado más reciente y “buscar el reconocimiento de la localidad en la Historia de España” como apunta en la presentación de la obra Consuelo Alfonso Pérez, alcaldesa de Andilla. Para ello han contado con el laborioso trabajo de Paco Teruel Navarrete. Licenciado en Historia y Humanidades, profesor de secundaria y autor de otras publicaciones como “Estelas en el cielo. Alcublas, 1938” (2009) o “Posición Oriente. Chelva, 1938” (2016). El libro combina la documentación histórica, las memorias publicadas de cuadros militares participantes en la contienda en esta zona y los testimonios orales de andillanos que vivieron el conflicto en sus propias carnes. En definitiva, un relato histórico social que tiene al ser humano como protagonista. Y cuyo objetivo es poner en valor el patrimonio histórico bélico andillano y darle un valor educativo y cultural. El libro se presenta el próximo 19 de agosto en Andilla y el 22 en Alcublas
Pero Teruel no arranca el relato en 1936, sino en 1924. Una licencia literaria que le permite incluir en la publicación el viaje que a principios de los años 20 hace a esta localidad Manuel González Martí, erudito valenciano experto en arte y estudioso de Ribalta. El objetivo del viaje era conocer los ocho lienzos de la Escuela de Ribalta, del siglo XVII, que colgaban de las paredes de la iglesia para incluirlos en el Catálogo Artístico de la provincia de Valencia, como él mismo escribió en un artículo periodístico de la época. De esta visita, documentada fotográficamente por José María Cabedo, queda constancia en el Museo Nacional de Cerámica González Martí.




Cuevas Ventana del Barranco Del Pozo del Ontinar. Foto Javier Hidalgo

La narración da un salto temporal de 1924 al verano de 1936. La violencia anticlerical de los primeros meses de la guerra, con la quema de cuadros y santos de la iglesia parroquial, también se extendió entre los andillanos. Cuyo episodio más oscuro fue el fusilamiento del párroco y un presbítero natural de Osset, Benito Pradas Gálvez.
Andilla, enclavada entre las dos citadas líneas defensivas, padeció en su propio término las consecuencias de la guerra. Las trincheras, fortines y parapetos se adueñaron del territorio, desde donde el ejército republicano contenía los ataques de los sublevados. La Peña Parda, la cima de La Salada o el Rebalsador se convirtieron en habituales en los partes militares de republicanos y franquistas. Así lo relataba en sus memorias el sargento de la 81ª División Nacional, José Llodrés: “Estuvimos en una de aquellas alturas de guarnición desde donde veíamos perfectamente la capital de Valencia. La posición se llamaba Peña Salada… Cerca de donde nos encontrábamos había dos pueblos, serían Andilla y Alcublas, aunque no los podíamos ver porque estaban muy abajo”. Eso era el verano de 1938. A partir de aquel momento, las deserciones en la retaguardia y en la primera línea, la desmoralización de la tropa, el agotamiento, hambre y frío de aquel duro invierno hacían prever la derrota del ejército republicano.




Cuevas Ventana del Barranco Del Pozo del Ontinar. Foto Javier Hidalgo

El 28 de marzo de 1939, desde el frente andillano, se produjo una llamada telefónica clave. El mayor Sevilla, Jefe del Estado Mayor, se ha rendido y en nombre del jefe del Ejército republicano de Levante, coronel De la Iglesia, ha rendido al completo a todas las tropas que ocupaban el frente valenciano. Al día siguiente, las tropas del general Varela alcanzaban la línea Andilla-Alcublas-Abejuela y el ejército franquista entraba en la localidad.