dijous, 31 de desembre del 2015

Violencia Sexual en la Guerra Civil.


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En junio de 1936 el General Mola estaba preocupado. Preocupado y asustado. Llevaba ya un tiempo convencido de la necesidad de dar un golpe de estado que derribara la Republica y sus intenciones se agravaron aún más con la victoria del Frente Popular en las elecciones. Pero no le salían los cálculos. El General Mola era un buen gestor y había estado contando votos en las elecciones, soldados, plazas fuertes y había tenido en cuenta graves problemas logísticos, como el estrecho de Gibraltar. Su conclusión era sencilla y tajante: El golpe de estado no podía triunfar en España. Tan preocupado estaba el General Mola que barajó seriamente la posibilidad de renunciar a su puesto y retirarse a Cuba; y no contribuyó a tranquilizarlo la visita que le hizo su hermano, capitán en Barcelona y también conspirador golpista, contándole que era materialmente imposible que la sublevación triunfara en la capital catalana. Su hermano estaba seguro, además, de que culpables, como iban a ser, de traición al gobierno y a la patria los iban a fusilar sin mucha dilación.
El General Mola, uno de los cabecillas del golpe, posa para una cámara rebelde. Fuente.
El General Mola, uno de los cabecillas del golpe, posa para una cámara rebelde. Fuente.
Así que cuando el General Mola estaba a punto de dejarlo, preocupado y asustado, sus compañeros carlistas, militares y religiosos, terratenientes y notables navarros, lo tranquilizaron. El golpe estaba diseñado para desencadenar una oleada de terror que «paralizará las fuerzas republicanas e impidiera una respuesta adecuada».
Así, cuando el golpe (efectivamente) fracasó en el 85% del territorio nacional, comenzó la fase violenta y expeditiva para asegurar el derrocamiento de la República y «garantizar el exterminio de un tercio de este país, limpiándolo de marxistas, republicanos, masones…» en palabras del entonces Teniente Coronel Juan Yagüe. Estas palabras, con otros cientos de declaraciones escritas, telegrafiadas, radiofónicas y redactadas en memorias y cartas dejan claro que la intención del fallido golpe era limpiar España y, por supuesto, vencer.
Este doble objetivo, el de vencer y limpiar, necesitaba de una acción decidida, violenta y que no albergara duda alguna. Para ello debía ejercerse violencia máxima contra la población no adepta. Esta población no adepta llevaba además cinco años (algunos dirían cinco siglos) siendo sistemáticamente definida como un enemigo interior formado por anarquistas, socialistas y marxistas cuya única intención era la destrucción interna del ideal católico y conservador de España y rebajados a la condición de subhumanos por el ala intelectual derechista, amparada y financiada por la Iglesia Católica. Esto contribuyó a rebajar, en las mentes de los sublevados y sus tropas, a estos seres humanos a la condición de carnaza deleznable que había que torturar, humillar y asesinar.
Estos hechos que hemos descrito, la necesidad de un golpe de extrema violencia, el objetivo de destruir física y moralmente al enemigo y la idea de que éste no era realmente humano hicieron de los más débiles, como no podía ser de otra forma, sus primeras víctimas.
Las mujeres han sido, y siguen siendo, objetivo prioritario de las fuerzas militares en su ataque a objetivos civiles. Toda sociedad se vertebra entorno a sus mujeres, como sostenedoras del hogar y de la economía de bajo alcance y son la reserva reproductiva. Además, en toda sociedad patriarcal, las mujeres son las depositarias del honor de la casa y de la sociedad, y dañarlas a ellas es mostrar que sus hombres no son capaces de protegerlas y, por lo tanto, no son verdaderos hombres. La ofensiva militar llevada a cabo contra la población civil por las tropas sublevadas durante la Guerra Civil no fue una excepción en este aspecto.
La violación como hecho aislado, como agresión sexual de individuo a individuo podría enmarcarse dentro de ese porcentaje llamado «violencia sistémica» imposible de exterminar. Pero las violaciones en tiempo de guerra adquieren un cariz totalmente diferente. En primer lugar sirven a las fuerzas agresoras de muchas diferentes formas: son baratas, son terroríficas, dañan a esta generación y la posterior, dañan la imagen de la sociedad que las recibe, marca para siempre a las víctimas y, en contrapartida, proporcionan al agresor «el solaz del guerrero». En la primera fase de la guerra, desde el golpe de julio de 1936 hasta noviembre del mismo año, con la estabilización de los frentes, la violación sistemática siguió la estela de avance de las tropas sublevadas.
Los guerreros sublevados al servicio de los golpistas entre julio y noviembre de 1936 eran de dos tipos principalmente. En primer lugar, el ejército africanista, veterano, de élite. Compuesto por la Legión Extranjera y por las tropas indígenas de los Regulares, estaba formado por hombres curtidos en la guerra colonial, caracterizada por su crueldad, su violencia y la sistemática identificación del enemigo como no humano. Eran las tropas de primera línea que se encargaban de machacar y rebasar las débiles e inexpertas defensas de los milicianos republicanos.
En segundo lugar tenemos a los falangistas y requetés, aunque hay una importante diferencia de disciplina entre ambos. Los falangistas eran hijos de terratenientes y notables del lugar a los que se unían hombres desesperados por no ser tachados de rojos, y que armados de forma irregular y en coches o caballos de su propiedad recorrían el frente y la retaguardia actuando como fuerza de ocupación y represión. Los requetés también eran civiles, pero estaban militarizados y su estricto ideal católico hizo que no cometieran desmanes más allá de la represión legal a la que dio cobertura el Bando de Guerra.
Miembros del Requeté durante un entierro, portando un estandarte religioso. Fuente.
Miembros del Requeté durante un entierro, portando un estandarte religioso. Fuente.
Es importante hacer esta distinción porque el carácter y el número de violaciones que llevaron a cabo las tropas sublevadas varían según se tratase del primero o del segundo tipo de tropa. Para el primero los crímenes sexuales contra la población femenina se cometen en primera línea, junto a los fusilamientos sobre el terreno y el saqueo de las propiedades. Las mujeres son violadas dentro del frenesí de destrucción y normalmente asesinadas después. Son características las violaciones en grupo y las violaciones a menores. Estos hechos son característicos de la guerra colonial que el ejército de África importó a España desde Marruecos. Es imposible contar el número de mujeres violadas de esta forma, pues solían ser asesinadas después y no se hacían comprobaciones de tipo forense. Se conocen por los relatos de las supervivientes, por cartas de horrorizados notables de derechas de los pueblos y por las alocuciones y confidencias privadas del General Queipo de Llano.
Los soldados falangistas, al contrario, actuaban como tropa de retaguardia. Llegaban una vez que los combates habían finalizado o a lugares en los que ni siquiera se habían producido. Sus tácticas eran menos urgentes y más metódicas. En primer lugar llevaban a cabo una gran variedad de acciones humillantes contra las mujeres, como raparlas, obligarlas a beber aceite de ricino y propinarles brutales palizas. Luego mandaban a estas republicanas, mujeres de fusilados o huidos, maestras, mujeres que hubieran votado o sospechosas de cosas como «mostrar simpatía pública por Roosevelt» a trabajar en los cuarteles y campamentos de las tropas, donde limpiaban, cocinaban, eran violadas y, en muchos casos, asesinadas. En otros lugares, como sucedió en algunos pueblos andaluces, las recientes viudas eran llevadas en un camión al cementerio para ser violadas, fusiladas y enterradas. Después sus asesinos desfilaban con su ropa interior en los fusiles.
Nuestra intención al recoger estos hechos no es hacer carnaza ni intentar crear una conciencia artificial, sino estudiar cómo y por qué y traer de la memoria estos hechos terribles olvidados de nuestra historia que nunca han sido castigados. La violación como arma de guerra tiene un cariz de terror y de dominación muy concreto y que es desencadenado y fomentado por la oficialidad (o cuanto menos tolerado) para conseguir los objetivos de los que más arriba hemos hablado. Pero también nos habla de un tipo de guerra, cercana a la de exterminio y caracterizada por la diferencia racial. Los rusos violaron en masa a las alemanas y los alemanes a las rusas, los japoneses esclavizaron a las coreanas y los hutu violaban a las mujeres tutsi. Pero aquí, las tropas españolas rebeldes estaban aniquilando y violando a las mujeres españolas republicanas.
La cárcel Modelo de Madrid fue la principal prisión para detenidos de derechas. Aquí la vemos fuertemente custodiada. Fuente.
La cárcel Modelo de Madrid fue la principal prisión para detenidos de derechas. Aquí la vemos fuertemente custodiada. Fuente.
Por supuesto también hubo violencia en la zona republicana, la cometida por las famosas checas en las ciudades y la del «terror rojo» del verano de 1936. Miles de personas fueron (20.000) detenidas y asesinadas mediando o no juicio por su identificación con los rebeldes o por su posición económica. El carácter de esta violencia es más social, más dirigido contra los estratos conservadores y religiosos (1.237 sacerdotes fueron asesinados), pero se define por su carácter furibundo, local y no planeado. Fue atajado en cuanto el gobierno republicano recuperó el control en octubre. Sin embargo no hubo ningún tipo de violencia sexual dentro de esta explosión. La propia Causa Generalfranquista que investigaba los crímenes rojos después de la contienda, caracterizada por la exageración y la injusticia, solo cuenta un único caso de violación a una monja en toda la guerra y reconoce severas dudas al respecto.
Lo único que podemos hacer ya es no olvidar a estas mujeres que fueron torturadas y asesinadas de una forma exclusivamente reservadas a su condición femenina y que recibieron de hecho por ser mujeres. Nuestro verdadero objetivo es utilizar estas lecciones para defender a las mujeres que hoy padecen estos atropellos, principalmente en África, e impedir está última expresión del feminicidio.


Bibliografía|
BEEVOR, ANTHONY, “La guerra civil española”, Madrid: Planeta S.A, 2011
PRESTON, PAUL, “El Holocausto español”, Barcelona: Debate, 2011
BEJENLLOUM, ADDELMAJID, “La participación de los mercenarios marroquíes en la guerra civil española”,  Revista Internacional de Sociología, nº 4, 1988, págs. 527-542.
ESPINOSA MAESTRE, FRANCISCO, ”La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz”, Barcelona: Crítica, 2003
Redactor: Guillermo Rubio Martín
Editor de Historia Contemporánea. Licenciado en Historia por la universidad de Granada. Máster en Docencia. Intereses en historia contemporánea, historia de los conflictos e historia de la mujer en guerra. Asesor de género en operaciones.