dimarts, 10 de novembre del 2015

El cura rojo del Heraldo de Madrid.


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LIBROS


Antonio César Moreno Cantano
El 14 de abril de 1931, día de proclamación del nuevo régimen político en España, Heraldo de Madrid publicó un interesante e incendiario artículo de Juan García Morales en el que recreaba la conversación entre dos personajes ficticios, Crisogono (partidario del cambio) y Marcelo (anclado al sistema monárquico), que analizaba la situación del país en los siguientes términos: «Las derechas no han hecho nada en beneficio del pueblo… Las clases altas y pudientes, amigas de la Monarquía, ¿han administrado Justicia». En textos posteriores de ese mismo año encontramos opiniones tales como: «¿Qué le importaba al cardenal… que el obrero del campo o de las minas se muriera de hambre?» o «Estos curas y frailes de hoy, sin alma, sin corazón, sin sentimientos cristianos, van a la política, pero no a Cristo». Las derechas «representan el capital, son los grandes banqueros… son aquella raza de víboras, aquellos fariseos que llevaban la ley escrita en las orlas de sus vestidos y chupaban la sangre del pobre, comiendo y viviendo a su costa…». En contraposición, «siempre han existido izquierdas en nuestra patria, porque siempre ha habido oposición a la intransigencia, al fanatismo, a la injusticia… Las izquierdas representan al ejército de oprimidos y vejados por el capital, a la muchedumbre que durante siglos y años ha sido esclava de los poderosos y ha sufrido la tortura del martirio en el campo, en las minas, en los talleres y en la fábrica»[1].
Las causas que explicaban esta encendida defensa de los obreros y los pobres fue explicada por el presbítero almeriense, en referencia a su propia persona, de la siguiente manera:
«La visión de aquellos hoyos del Quemadero, sepulturas abiertas en las estribaciones de la sierra; la de aquel Callejón del Hambre, donde ejércitos de mendigos y hambrientos, eran cruelmente asesinados por el chacal de la tisis; aquellos esqueletos que los viernes y los sábados salían de las tumbas, para recorrer la ciudad, buscando como perros hambrientos entre las basuras y desperdicios algún hueso que roer… Todo esto junto, levantó en mi alma de adolescente la indignación y la rebeldía…»[2].
Casi una veintena de columnas giraron en torno a la persona y figura de Gil Robles, que fue considerado por la estilográfica del cura andaluz como el principal mal de la República, bayoneta de los más poderosos para destruir las políticas del anterior Gobierno: «el clero tiene puestas sus esperanzas en él. Los ricos lo banquetean de lo lindo; lo congestionan a fuerza de comilonas»[3]. Y eran precisamente estos grupos los que apoyaban sus medidas: «¿Con qué valores cuenta este hombre para hacerse dueño del Poder? ¿Con millonarios, aristócratas, frailes, curas, monjas y ancianos desamparados?»[4]. Frente a ellos, se posicionaba el grueso de la población, que no merecía la menor consideración por parte de Gil Robles: «Harto el pueblo de trabajar y de sufrir, se ha sentado, como Jesús en el pozo, en espera de una gota de agua para refrescar sus labios sedientos. Y todavía esas derechas de Gil Robles, que tanto alardean de caridad y de Justicia, no han tenido entrañas para darles una gota de agua»[5]. Y si había alguien responsable de los actos anticlericales sucedidos durante los primeros meses del nuevo régimen político del 31 eran los partidos de derechas, llámense estos Acción Popular o CEDA, y la propia Iglesia católica: «¿Acaso en España no han sido los religiosos y los clérigos los que han educado al pueblo?… Échese la culpa de estos desastres a las derechas españolas, que no supieron educar al pueblo y siempre lo trataron a taconazos»[6]. En vísperas de las nuevas elecciones que se celebrarían en febrero de 1936, el presbítero republicano se presentaba como un propagandista más a favor de la candidatura de Azaña, al que elogiaba («el discurso del insigne estadista don Manuel Azaña no tiene réplica. Nosotros somos más, somos la mayoría; somos los mejores»[7]), frente a sus oponentes, que habían sumido al país en una crisis sin fin: «la vida de la nación paralizada; el paro obrero sin resolver; los jornales, de hambre lo mismo que en los tiempos de la odiosa Monarquía…»[8]. Por todo lo expuesto, es comprensible que la victoria del Frente Popular fuese recibida con especial júbilo por García Morales: «Dios nos ha oído. El triunfo ha sido nuestro. Dios nos ha oído; porque en nuestras cortas oraciones no pedíamos más que el triunfo de la causa del pueblo, la reconquista de la República del 14 de abril»[9]. Las constantes acometidas contra Gil Robles, práctica común desde los sectores de izquierda así como las de los grupos de derecha contra Azaña o Largo Caballero, no quedaron en papel mojado. Solo un año después, en enero de 1937, el líder de la CEDA denunciaba a través de la prensa internacional, en este caso a través del rotativo británicoThe Universe, a Juan García Morales, al que le quitaba toda credibilidad como religioso por «estar suspenso por las autoridades eclesiásticas», por lo que su campaña de captación de católicos en el extranjero, impulsada por Ossorio y Gallardo, estaba destinada al fracaso[10].
Fondo Fichero Fotográfico del Ministerio de Propaganda "Archivo Rojo" Archivo General de la Administración en colaboración con el Servicio de Reproducción de Documentos de la Subdirección de  los Archivos Estatales. MINISTERIO DE CULTURA. ESPAÑA
Juan García Morales, de pie a la derecha y con cigarro en la boca, en un mitín del Socorro Rojo Internacional, en Valencia, en 1937. Fuente: Archivo General de la Administración, Cultura. Fondo Fichero Fotográfico del Ministerio de Propaganda “Archivo Rojo”
Archivo General de la Administración en colaboración con el
Servicio de Reproducción de Documentos de la Subdirección de
los Archivos Estatales. MINISTERIO DE CULTURA. ESPAÑA
En 1936 colaboró en la obra colectiva España Heroica, donde compartió firma con lo más granado del panorama político de izquierdas de la República: Indalecio Prieto, Diego Martínez Barrio, Margarita Nelken, Dolores Ibarruri, Manuel Azaña… El breve capítulo de Juan García Morales, titulado «Los Santos Mártires de hoy», era una encendida denuncia al clero y su falta de apoyo al actual sistema político:
«Los clérigos, que debían dar ejemplo de sumisión y respeto a los Poderes constituidos, son los primeros que se alzan, gritan y vociferan… En el momento que el sacerdote convierte la cátedra del Espíritu Santo en un tinglado de feria para despotricar en nombre de Dios contra la República y sus gobernantes, el sacerdote pierde autoridad. Ya no es el padre de almas, el ungido del señor, el predicador evangélico; es el demonio vestido de sotana, que siembra el odio y la enemistad entre los hombres»[11].
Iniciado el conflicto bélico, el presbítero almeriense destinó todos sus esfuerzos a atacar desde la prensa y la radio a la coalición insurgente. Una de sus más famosas alocuciones tuvo lugar el 21 de agosto de 1936, a las 16:00 horas, desde los micrófonos del Ministerio de la Guerra. En esta plática lamentaba, en primer lugar, la falta de condena de la jerarquía católica española a la sublevación militar:
«Aquí lo triste, en estos momentos angustiosos porque atraviesa la Patria, es que sea un humilde sacerdote quien se dirija a los católicos españoles, cuando hay tantos obispos, tantos pastores de Israel, que, de haber lanzado pastorales condenando la guerra fratricida y exhortando a los españoles a que respetaran los poderes legítimos constituidos, el movimiento no hubiese estallado».
Continuaba, explicando que el pueblo madrileño –en referencia a los últimos altercados en algunas iglesias de la capital- «no iba contra Dios sino contra los prelados enriquecidos a la sombra de la Monarquía y las derechas». A su vez esta actitud, era un reflejo más de un problema mucho más profundo y antiguo en el tiempo, la guerra social –utilizaba palabras de Van Tricht- entre ricos y pobres. Acababa su declamación denunciando «la rebelión de unos militares que han traicionado a su patria y han tomado las armas para acribillar a balazos al pueblo»[12]. El éxito de este discurso fue tal que- siguiendo la crónica de la revista protestante España Evangélica– «cuando salía del Ministerio de la Guerra… se vio acogido en los patios y jardines por multitud de milicianos y soldados que le ovacionaban y en medio de grandes vítores le llevaron triunfalmente en hombros»[13].
En estos primeros compases de la guerra, su ámbito de actuación se ubicó, preferentemente, en Madrid. A principios de septiembre, participó en una conferencia en el cuartel del regimiento de Ferrocarriles y Zapadores de Leganés, arropado por el alcalde del pueblo, Pedro González González, y el comandante de Ingenieros, José Fernández Lerena[14]. Al acto también asistieron el general de la División, Castellón; el inspector general de Milicias, José Cortés; Julia Sierra de Izquierda Republicana y la popular comunista madrileña Encarnación Sierra, que dijo que «García Morales era el ídolo de los partidos de izquierda»[15]. Su discurso estuvo centrado en alabar la actuación de dicho regimiento el 18 de julio de 1936, para seguidamente desglosar los contenidos de La Internacional («¡Un cura comentando “la Internacional”!¡Qué escándalo!»), recurriendo de nuevo a la figura de un predicador del siglo de Oro –en este caso fray Diego de la Vega- para retomar sus ataques contra los ricos:
«¿Es acaso mentira, levantamos una calumnia al decir aquí que la burguesía ha sido la que ha imperado en nuestra Patria y que los burgueses han sido dueños de vidas y haciendas?… Los burgueses, como si fueran de una naturaleza distinta a la nuestra, no se han puesto nunca en contacto con el pueblo ni han prestado oído a sus quejas y lamentaciones. Creyeron y siguen creyendo que son los privados, los favoritos de Dios, y que el pueblo, la plebe vil –como ellos dicen-, tiene que estar arrodillada a sus plantas y bailándole el agua»[16].
Una semana después, volvió a hablar desde las ondas, en esta ocasión a través de la emisora del Partido Comunista, donde apeló a muchos de sus argumentos clásicos contra el clero, al que enjuiciaba por su falta de apoyo a la República y al pueblo ante el propio Papa Pío XI[17]:
«El Padre Santo de Roma no sabe que el catolicismo en España ha sido una falsedad, una mentira; que curas y frailes, en vez de evangelizar al pueblo, se dedicaban a hacerle zalemas y a rascarle las orejas a los opulentos.
Su Santidad no sabe que los prelados españoles no hicieron caso de las famosas encíclicas de los Papas: “Rerum Novarum” y “Quadragesimo Anno”; que los obispos estaban arrodillados a los pies del capital; que en las iglesias había un lujo exorbitante y ridículo, cuando el pueblo se moría de hambre»[18].
Incluso en el exilio en Francia, enfermo y olvidado por todos, continuó levantando la voz contra las injusticias. Desde finales de 1942 colaboró con la Unión Nacional Española, de inspiración comunista y al margen de la legalidad del país[19]. Participó en varias organizaciones de izquierdas para mantener el espíritu republicano y la cultura española entre la inmigración, además de reforzar la amistad franco-española, como la Federación de Españoles Residentes en Francia[20]. Fue en su órgano periodístico, La Voz de España, así como en Unidad y Lucha, vinculado al Partido Comunista de España, donde aparecieron algunos de sus artículos durante el exilio. Publicados en su mayoría en mayo de 1945, tras la rendición de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, son un valioso testimonio del optimismo que cundió entre los exiliados españoles por la deseada y previsible caída –según sus cálculos políticos- del régimen franquista en la nueva coyuntura mundial, en la que ya habían sido eliminados Hitler y Mussolini. Bajo esa concepción se inscriben textos como “El caudillo y el evangelio”[21], “La locura del caudillo” o “Abismos son los juicios de Dios”[22].
En esa época su salud estaba ya muy debilitada: «está pasando hambres negras, la vista se le va yendo… Él mismo sabe que ya hasta la pluma se le cae de las manos»[23]. El 12 de enero de 1946, a los 62 años de edad, Juan García Morales falleció en Libourne (Gironde) mientras se encontraba hospedado en casa de unos conocidos. Las necrológicas en homenaje a su figura se sucedieron en multitud de diarios del exilio español. Una de las más emotivas referencias apareció en el diario España, en el que se decía:
«García Morales fue uno de esos sacerdotes que entendieron la religión católica como la expresión pura de una democracia, y se arrojaron a defender los principios de la libertad y la democracia… Es el triunfo del puñado de sacerdotes que, con García Morales, se adelantaron, por creerlo un deber, a ser apóstoles de una buena nueva… Descanse en paz el viejo luchador de la democracia cristiana»[24].
[1] Heraldo de Madrid, «Charlas entre Marcelo y Crisogono», 14 de abril de 1931; Heraldo de Madrid, «¡Mirad, señor, cuánto va de Alfonso a Pedro!», 20 de junio de 1931; Heraldo de Madrid, «Católicos y católicos. Glosas a Van Tricht», 24 de noviembre de 1931; y Heraldo de Madrid, «Vulgarizaciones. Izquierdas y derechas», 20 de marzo de 1935.
[2] GARCÍA MORALES, Juan: Tres años de lucha (a favor de los humildes). Madrid: Ediciones Castro, 1934, p. 6.
[3] Heraldo de Madrid, «Los enemigos de la República. Otra vez Gil Robles en danza», 7 de octubre de 1932.
[4] Heraldo de Madrid, «Las locuras de Gil Robles», 4 de junio de 1934.
[5] Heraldo de Madrid, «Cuaresmales. Cuarto viernes», 29 de marzo de 1935.
[6] Heraldo de Madrid, «Viernes Santo», 14 de abril de 1935.
[7] Heraldo de Madrid, «España, por Azaña», 21 de octubre de 1935.
[8] Heraldo de Madrid, «Atisbos. La vergüenza de las derechas», 8 de noviembre de 1935.
[9] Heraldo de Madrid, «¡Victoria! Dios nos ha oído», 18 de febrero de 1936.
[10] Documentos inéditos para la historia del Generalísimo Franco, Vol. I. Madrid: Fundación Nacional Francisco Franco, 1992, «Declaraciones de José María Gil Robles a The Universe. Réplica a Ossorio y Gallardo que se presenta como católico y no lo es», 22 de enero de 1937, p. 110.
[11] España Heroica. Montevideo: Biblioteca Democracia y Libertad, 1936, pp. 260-261. La cursiva es nuestra
[12] Texto íntegro del discurso pronunciado ante el micrófono del Ministerio de la Guerra, 1936. Este discurso fue distribuido en México, por el Frente Popular, bajo el título deReproducciones dedicadas respetuosamente a las personas amantes de la verdad. (http://www.worldcat.org/title/reproducciones-dedicadas-respetuosamente-a-las-personas-amantes-de-la-verdad/oclc/651263333).
[13] España Evangélica. Revista Protestante, «El discurso de un cura católico», 3 de septiembre de 1936. Agradecer al historiador Gabino Fernández Campos el acceso a esta publicación.
[14] El Sol, 6 de septiembre de 1936. Sobre la actuación de dicho militar republicano, miembro de una Asociación Antifascista véase, El 18 de julio de 1936 en Leganés (II), enwww.ciudadanosporelcambio.com (página web visitada el 14 de marzo de 2012).
[15] Mundo Obrero, nº 213, «El presbítero García Morales hace una inteligente glosa de “La Internacional”», 7 de septiembre de 1936.
[16] Texto íntegro de los tres discursos pronunciados ante los micrófonos del Ministerio de la Guerra, el día 21 de agosto; del Cuartel de los Regimientos de Ferrocarriles de Leganés, el día 6 de septiembre y del Partido Comunista el día 13 de septiembre de 1936, por el sacerdote don Juan García Morales. Madrid: Socorro Rojo Internacional, 1936, sin numerar.
[17] ABC, «El presbítero Juan García Morales en la emisora del partido comunista», 15 de septiembre de 1936.
[18] Texto íntegro de los tres discursos pronunciados ante los micrófonos…, op. cit.
[19] Antonio Vilanova, Los olvidados. Los exiliados españoles en la Segunda Guerra Mundial, Chihuahua (México): Instituto Chihuahiense de la Cultura, 2005, p. 272. En el diarioReconquista de España se explicitaba de manera clara esta colaboración: «El movimiento de U.N. de los españoles en Francia que tan brillantes páginas acaban de escribir en la epopeya de la liberación del pueblo francés figuran militares tan prestigiosos como los generales, Hernández Sarabia y Riquelme, sacerdotes como el Sr. García Morales…». Reconquista de EspañaÓrgano de la Junta Suprema de Unión Nacional, nº 38, año IV, octubre de 1944, p. 6.
[20] Testimonio escrito de Francisco García Hernández, junio de 2014.
[21] «El general Franco, en nombre de Cristo, del Evangelio y de la religión, fusila, encarcela y tortura; el general Franco persigue –como Hitler y Mussolini- a los hombres por la ideas; el general Franco sigue en dictador y ha hecho de España el último reducto del fascismo y del nazismo», La Voz de España, mayo de 1945.
[22] «Hay un refrán que reza así: “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. El generalísimo y Falange tienen la palabra», La Voz de España, mayo de 1945.
[23] Andrés María del Carpio, La espera interminable…, p. 201.
[24] España (Perpignan), “En el mayor abandono… Juan García Morales ha muerto”, segunda quincena de enero de 1946.
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