dimarts, 14 d’abril del 2015

Aquel 14 de abril en el recuerdo. Un poema de la escritora y tía mía, Angelina Gatell.



PRIMER RECUERDO

                                          A la memoria de mi padre

                      
Había tantas palomas festoneando
ventanas y cornisas...
Y aquel olor a mar que se enredaba
a la tarde suntuosa;
y el aire, celebrando su invisible
fulgor en los cabellos
que alegremente ondeaban en sus manos.

En este espacio fue.
En esta esquina bella y sabia donde
ahora me detengo
y toco con cuidado las imágenes,
su sombra clandestina
pegada en la memoria, defendiendo
con lealtad un instante
que aventuró su luz como un relámpago
más allá de la noche.

Con desorden recuerdo aquella tarde,
su tiempo aconteciendo
bajo un claror como recién nacido
que sé que aún me concierne,
y advierto que aquel día tan lejano
se abre como una página
con bullicio de cantos y banderas,
y un lugar transparente
donde está escrito mi primer recuerdo.
Fue un catorce de abril.
Obstinada me acude su fragancia,
la rosa conmovida
que iba a ser devorada por los buitres.

Mi padre había dicho:
“Es necesario que mis hijos vean
y guarden la memoria
de lo que hoy sucede y lo mediten”.
Algo así dijo, creo.
Y caminando entre la multitud
vinimos hasta aquí.
A hombros de mi padre mis cinco años
recibían la llama
que irradiaban los rostros, las miradas,
la humildad de las ropas,
las canciones...
Y nunca olvidaré
la humedad que de pronto
resbaló de sus ojos a mis manos
                     asidas a su cuello,           
ni aquel extraño asombro de sentirme
por vez primera inscrita,
anudada a mi entorno y a mi gente.

Tan sólo percepción o sobresalto
debió de ser  entonces
el  estruendo que se quedó en mi pecho,
entendido mucho tiempo después...
El mismo estruendo que acarrea con júbilo,
aún con esperanza,

el corazón cansado.