dijous, 14 d’agost del 2014

El secretario de derechos humanos de Argentina lamenta "el retroceso" de España: “El Valle de los Caídos me resultó dantesco. Nunca he visto nada igual”


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ENTREVISTA CON JUAN MARTÍN FRESNEDA


El secretario de derechos humanos de Argentina lamenta "el retroceso" de España

"Un país que deja morir sin justicia a sus víctimas no cumple con su deber", asegura

“Cuando se recuperó la democracia, mis tíos nos sentaron a mi hermano y a mí y nos dijeron: ‘Vuestros padres no van a volver nunca. Los han matado los militares’. Yo tenía entonces 8 años”, recuerda Juan Martín Fresneda. “Durante toda la dictadura [de Videla, (1976-1983)] nos habian dicho que estaban de viaje. Pero nunca llegaban”. Tomás Fresneda y Mercedes Argañaraz habían sido secuestrados en julio de 1977 en la noche de las corbatas, llamada así porque entre las víctimas había muchos abogados laboralistas, como Tomás. Mercedes estaba entonces embarazada de cinco meses. Nunca se supo qué fue de aquel bebé. Martín Fresneda le sigue buscando. Desde 2012 es secretario de Derechos Humanos de Argentina. Acaba de participar en los cursos universitarios de Torres (Jaén) y antes de regresar a Buenos Aires, charló con EL PAÍS de memoria y de justicia.
El hijo de dos desaparecidos de la dictadura recorrió un doloroso camino antes de convertirse en secretario de derechos humanos de Argentina, dependiente del Ministerio de Justicia. “Yo escribía cartas y mandaba chocolates a los soldados por los que rezábamos en la escuela y que luchaban por las Malvinas. Descubrir que esos militares a los que admiraba eran los mismos que habían matado a mis padres me causó una confusión enorme”, recuerda. Se hizo abogado para continuar con el trabajo de su padre, participó en la fundación de Hijos, una organización dedicada a devolver la identidad de los niños robados durante la dictadura, y fue letrado de víctimas en varios juicios contra los represores, incluido el jefe de todos ellos, Videla, al que pidió, sin éxito, que dijera dónde están los desaparecidos.
— ¿Argentina es un país mejor porque Videla murió en la cárcel?
— Es un país mejor porque Videla tuvo que dar cuentas a la justicia. Su muerte no cambia nada, lo importante es que fue condenado y eso nos dignifica como pueblo ante las generaciones futuras, que agradecerán el coraje de condenar la barbarie. Argentina es por eso más democrática y tiene más garantías de que la historia no se repita”.
Habla de España con pena y admiración. Con pena porque, a su juicio, el país ha experimentado un “claro retroceso en materia de derechos humanos en los últimos años”, en alusión al carpetazo a la justicia universal y los tirones de orejas de Naciones Unidas por el desamparo de los familiares de más de 100.000 desaparecidos del franquismo. Y con admiración porque, recuerda, fue un juez español, Baltasar Garzón, el que facilitó que Argentina impulsara los juicios que acabaron con la impunidad de la dictadura.
“España ha tenido la gran virtud de llevar adelante la aplicacion de la justicia universal, aunque no se lo aplicara a sí misma con los crímenes del franquismo”, explica. Renunciar a eso le parece un error. “Creo que pretenden evitar que existan más Baltasar Garzón, pero somos muchos los países que vamos a lamentar que los españoles se quiten de encima lo mejor que generaron en los últimos siglos. ¡Vaya paradoja que quienes impulsaron la aplicación de la justicia universal ahora puedan llegar a permitir un espacio libre de persecución de crímenes de lesa humanidad!”.
Durante su estancia en Andalucía ha charlado con la presidenta de la comunidad, Susana Díaz, sobre las víctimas del franquismo. “España está incumpliendo tratados internacionales que ratificó, como la convención internacional contra las desapariciones forzadas y ya ha sido interpelada por ello”, recuerda. “Las fosas son la evidencia del crimen, la historia oculta bajo la tierra. Pero los desaparecidos van a seguir siendo una cuenta pendiente porque son injusticias y la injusticia perdura en la historia de los pueblos. Un episodio tan trágico necesita indefectiblemente del Estado, del poder judicial, que ha de aclarar qué sucedió y reconocer a las víctimas. En España las heridas nunca cerraron, y el tiempo solo ha hecho que las víctimas se vayan a la muerte con dolor, sin justicia. No vale esconder la basura bajo la alfombra. Un país que deja morir sin justicia a sus víctimas no está cumpliendo con su deber”.
Fresneda ha visitado el Valle de los Caídos, la tumba de Franco y la mayor fosa común, pues en el mausoleo yacen casi 34.000 personas, entre ellas muchos republicanos enterrados sin consentimiento familiar junto al verdugo. “Nunca había visto nada igual. Es un mausoleo al dictador. Homenajea a los victimarios y somete a las víctimas a la desaparición eterna. Me resultó temerario, dantesco. Soy descendiente de españoles y me causó mucha tristeza ver que este pueblo tan querido está obstinado en olvidar”.
— ¿Por qué cree que España no ha reparado a las víctimas del franquismo tanto tiempo después?
— El silencio es miedo a la verdad. Se puede entender en un proceso de transición entre dictadura y democracia pero no en democracias consolidadas. Pero aunque España no quiera debatir sobre su pasado porque le genera dolor o porque piensa que va a despertar una disputa ya superada, el mundo entero se lo va a exigir porque las grandes matanzas afectan a toda la humanidad. Los españoles han de sentirse parte de ese drama nacional. No fue un problema de falangistas y comunistas o franquistas y republicanos”.
— La juez María Servini investiga ahora desde Buenos Aires los crímenes del franquismo. ¿Está devolviendo Argentina un favor a España? ¿Le recuerda la resistencia española a la que Argentina ofreció en su momento?
— Es una oportunidad de devolver un poquito del coraje de los españoles. Me avergonzaron las declaraciones del expresidente Eduardo Duhalde que, de visita en España, planteó que Argentina no tenía que ocuparse de los crímenes del franquismo. Argentina fue agradecida con Garzón. Espero que España sepa agradecer a la juez Servini que esté cumpiendo una responsabilidad que otros no quieren llevar adelante.