divendres, 18 de juliol del 2014

La brutal rebelión militar-fascista y el asesinato de generales leales. José Luis Pitarch, Comandante de Caballería retirado.



LA brutal REBELIÓN militar-fascista DE JULIO DE 1.936
Y  EL ASESINATO DE GENERALES LEALES
Por José Luis Pitarch,                                                                                            Presidente estatal de Unidad Cívica por la República. Comandante de Caballería retirado

I
      Hace ya 78 años, una parte de los Generales y otros Oficiales del Ejército y la Marina que llevaban largo tiempo conspirando contra la República se sublevaron frente al legítimo Gobierno de la misma, cuyo Presidente era Don Manuel Azaña Díaz. Fue una traición a la Ley, a la legitimidad y a sus propios juramentos, que aquellos rebeldes ultraderechistas y sus “herederos” actuales han tratado siempre de edulcorar y abaratar mediante vocablos como “alzamiento” o “movimiento”. Poco han hablado y hablan, igualmente, de que, verbigracia, Calvo Sotelo estaba metido en la gestación del golpe de estado, o de que destacados monárquicos negociaban con Mussolini la entrega de armas y dinero para la sublevación. Lo cierto es que exprimieron al máximo el brutal asesinato de Calvo Sotelo como apología  y coartada para su rebelión.
      Por desgracia, el inepto Jefe del Gobierno en las cruciales fechas del 17 y 18 de julio hasta su dimisión, Santiago Casares Quiroga, perdió un tiempo decisivo mientras se desarrollaba y crecía el golpe militar. Que en gran parte se habría contenido entregando armas al pueblo (como se vio en Barcelona y en Madrid). Pero tanto Casares como Azaña probablemente temían que tal entrega llevase a una revolución roja. (Aunque suene a esperpento trágico, en este temor se “igualaban” en cierto modo con los militares golpistas). La propia Inglaterra se ciscaba de temor a una revolución de tal tipo en España, lo que llevó a la “perfidious Albion” a no apoyar al Gobierno democrático y legítimo de la República aunque los rebeldes sí lo fueran por el fascismo de Mussolini y Hitler.
      Añadamos que otra de las grandes mixtificaciones que siguen vivas refiere la conjura como si ésta hubiere sido básica o primordialmente una acción del General de División Francisco Franco. Incluso personas como Antonio Alonso Baño, Ministro que fue del Gobierno de la República en el exilio, comenzaba un artículo publicado en “Le Monde” el 20-7-71 diciendo que “el día 18 de julio de 1.936, el general Franco se sublevó contra el Gobierno de la República Española. (…) Franco se dirigió a los generales del Ejército reclamando su apoyo”.
      Infumable. ¿Desconocía Alonso Baño que el “Director” (organizador-impulsor) de la rebelión fue el general Emilio MOLA Vidal, con sus famosas “Directrices” para dicho golpe de estado? Indudablemente, no conocía A. Baño el libro “General Mola: el ególatra que provocó la guerra civil”, publicado años después por el Coronel de Caballería Carlos Blanco Escolá. Pero es que ni siquiera era Franco el “Jefe” o cabecilla de la sublevación, sino el general José SANJURJO Sacanell, Marqués del Rif; y era el cabeza de la trama debido a su superior antigüedad en el escalafón, y también porque Sanjurjo venía a tener una especie de “derechos especiales” sobre la suerte de la República dada su importante toma de postura a favor de su advenimiento, siendo jefe de la Guardia Civil, el 14 de Abril de 1.931.
      Mas quizá no sobre aquí dedicar espacio a un asunto que ha lastrado demasiado el cabal conocimiento de los trances y fiel historia del actuar de numerosos militares de alto grado que, con frecuencia a su pesar, fueron destacados protagonistas de aquel choque brutal entre la legitimidad del régimen republicano y la paladina ilegitimidad de quienes lo asaltaron. Nos referimos a que muchos han perorado y publicado, como es el caso de Alonso Baño --con gran atrevimiento o/y gran nesciencia-- sobre las consecuencias personales, vitales en el sentido más propio del término, para numerosos militares leales al Gobierno de la República y al pueblo que lo había elegido.
       Veamos algunos ejemplos: afirmaba el mismo Alonso Baño en su artículo citado –-reproducido, nada menos, por el diario El País” el 18 de julio del 80—- que fueron fusilados durante los comienzos de la rebelión, por ser leales a la República, los siguientes cinco Generales:
  --General de División Nicolás MOLERO Lobo (ex Ministro de la Guerra), Jefe de la VII División Orgánica con sede en Valladolid (Alonso Baño le llama equivocadamente “Capitán General de la VII Región Militar”), herido al oponerse al general rebelde Saliquet y otros. Lo cierto es que Molero vivió hasta 1.947, falleciendo de muerte natural.
  --General de División José FERNÁNDEZ de VILLA-ABRILLE Calivara, Jefe de la II División Orgánica con sede en Sevilla (el incompetente Alonso Baño vuelve a equivocarse llamándole “Capitán General de la II Región Militar”; parece desconocer que la República había eliminado las viejas Capitanías Generales, sustituyéndolas por “Divisiones Orgánicas”). Villa-Abrille fue despojado del mando de la suya por Queipo de Llano, al faltarle reaños o redaños para enfrentarse a éste). Y falleció igualmente de muerte natural, en 1.946 ó 1948 (según las distintas fuentes).
  --General de Brigada de Artillería Julián LOPEZ VIOTA, Jefe de la 2ª Brigada de Artillería (Sevilla). Estuvo en situación de arrestado casi toda la guerra, sin que le sometieran a juicio hasta febrero de 1.939, siendo condenado a 6 meses y 1 día. Falleció de muerte natural en 1.945.
  --General de Brigada de Infantería Julio MENA ZUECO (ex Subsecretario del Ministerio de la Guerra), Jefe de la 11ª Brigada de Infantería (Burgos) desde el 18 de julio (en que fue nombrado para sustituir al golpista general Gonzalo González de Lara, detenido la víspera por su superior directo, el General Domingo Batet Mestres). Falleció de muerte natural en 1.947.
  --General de División Juan GARCÍA GÓMEZ-CAMINERO, Jefe de la III Inspección del Ejército, gran anticlerical, que se encontraba, al producirse la cuartelada, visitando guarniciones de la VIII División Orgánica para disuadirlas de sublevarse. Logró pasar a Portugal, y de allí a Madrid, donde falleció de muerte natural a finales de 1.937.
      Lo cierto, en fin, es que ninguno de los cinco fue fusilado por los sublevados. E incurre en bastantes más errores Alonso Baño, por ejemplo atribuir a Franco el encarcelamiento del General de División Agustín GÓMEZ MORATO, Jefe de todas las fuerzas militares de Marruecos (es decir, de ambas Circunscripciones: la Oriental, de Melilla, y la Occidental, de Ceuta, Tetuán, Larache). Pero Franco no llegó a Marruecos hasta el día 19 (cuando aterrizó en Tetuán), y la sublevación militar-falangista (numerosos militares rebeldes eran falangistas) había comenzado en Melilla el día 17. Al tener noticia de lo cual, GÓMEZ MORATO, que se encontraba en Larache, voló inmediatamente a Melilla, siendo allí detenido por los militares sublevados nada más aterrizar, dicho día 17. O sea, cuando Franco tomó tierra en Tetuán, GÓMEZ MORATO ya llevaba dos días preso de los sublevados melillenses, y   no por orden de Franco.
     No nos alargamos más sobre otros numerosísimos errores respecto a mandos inferiores a General, también fusilados según  Alonso Baño en el citado artículo publicado en “Le Monde” y “El País”. Citaremos de ellos sólo un caso muy relevante de craso error, el del Coronel LEÓN CARRASCO AMILIBIA, Jefe del Regimiento de Artillería Pesada de San Sebastián y Comandante Militar de esta ciudad, quien fue, según Alonso Baño, fusilado en Logroño. Este Coronel, que se manifestaba republicano es difícil saber con cuánta sinceridad, mantuvo una actitud insegura, en parte temerosa del contiguo Batallón de Zapadores sí sublevándose (Cuarteles de Loyola); pero, en suma, León Carrasco Amilibia tuvo quizá bastante que ver en que la rebelión fracasara en San Sebastián. Lo cierto es que se le encontró asesinado, posiblemente por milicianos pro República. Julián Casanova, en el libro “Víctimas de la guerra civil” coordinado por Santos Juliá, llama a este Coronel León Carrasco “jefe de los sublevados” (¡!) y afirma que “milicianos impacientes que querían ver bien muertos a los militares antes de ser juzgados” le “sacaron de la Diputación el 29 de julio, donde llevaba unas horas detenido, asesinándole junto a las vías del ferrocarril”. En todo caso, y en contra de lo que afirma Alonso Baño, el Coronel León Carrasco no fue fusilado por los militares sublevados. Y menos en Logroño, pues, como decimos, estaba destinado y murió en San Sebastián.     
     Abundando en las confusiones, más de uno embrolla a este Coronel León Carrasco con su hermano General de Brigada, también de Artillería, VÍCTOR CARRASCO AMILIBIA, Jefe de la 6ª Brigada de Artillería (Logroño) y Comandante Militar de  esta ciudad. (Cabe suponer que por eso se confunde Alonso Baño afirmando que el Coronel León Carrasco, de San Sebastián, fue fusilado en Logroño). Nos extendemos, en fin, sobre este caso de un Coronel (cuando la materia de las presentes líneas se refiere primordialmente a Generales) porque pone muy de manifiesto la frivolidad e inexactitud con que se han escrito, contado y extendido tantas de estas “historias”. En suma, el General Víctor Carrasco declaró en Logroño, contra toda legalidad, el estado de guerra, pero en actitud bastante pasiva o tibia, constreñido por sus oficiales. Por lo que Mola ordenó su detención, se le dio de baja en el Ejército y se le mantuvo toda la guerra preso sin juicio, en situación totalmente irregular. Pasados más de tres años, en octubre del 39, se dignaron formarle un consejo de guerra, acusado de que, aunque se unió a la sublevación, lo hizo “sin secundarla con entusiasmo”. Fue condenado el General Víctor Carrasco a prisión de 3 años y 1 día y expulsión del Ejército. Como ya llevaba más tiempo detenido, el 19-11-39 fue puesto en libertad. Conque ninguno de ambos hermanos, ni el Coronel de San Sebastián ni el General de Logroño, fueron fusilados por los militares sublevados.
      Y dejemos ya lo escrito “a la buena de Dios” por el Sr. Baño, que no nos mueve un ánimo primordialmente descalificador del mismo sino de veraz información, un ánimo “notariesco”, como decía Unamuno. Bien que podríamos traer a cuenta una pila de más ejemplos de ligereza, confusionismo, temeridad por parte de tantos escribidores de deficiente conocimiento e información difundidores de inexistentes fusilamientos, que confunden unas personas con otras, etcétera. Sirva un botón más de muestra, también referente al arriba citado General de División GÓMEZ MORATO, Jefe del Ejército de Marruecos (masón o no masón según qué fuentes): no sólo se ha difundido erróneamente, como ya hemos expuesto, que el mismo fuese encarcelado por Franco; sino también –-más gruesa equivocación-- que fue fusilado por el mismo Franco, tras arrebatarle éste el Mando supremo marroquí. Lo cierto es que Gómez Morato pasó detenido toda la guerra y fue condenado en 1.940 a 12 años de prisión, que no cumplió en su totalidad. Falleciendo este General --fusilado en 1.936 según escribidores nescientes, atrevidos o equivocados-- de muerte natural en 1.952. En fin, incluso el gran Gabriel Jackson, esclarecido hispanista, yerra en su libro “La República española y la guerra civil”, de Editorial Crítica de “Grijalbo” (que en su día, consiéntanme la cita, me honró publicando el libro mío “El honor y el honor militar”), al afirmar el conspicuo Jackson que Gómez Morato murió fusilado (¡!).

II
      Mas, volviendo al hilo de la rebelión iniciada el 17 de julio en Marruecos, continuada el 18 y 19 en la Península, resumamos que dicho golpe de estado militar fracasó en buena parte de la España peninsular, particularmente en guarniciones principales como las de Madrid, Barcelona o Valencia, mientras triunfaba de plano en el Protectorado africano. Y es penoso constatar que no fueron españoles sino mercenarios --legionarios extranjeros y moros marroquíes-- quienes salvaron del desastre a los golpistas de la Península, abocados al fracaso sin el auxilio decisivo de tales mercenarios no españoles. A más de otro auxilio determinante, a saber: la fundamental ayuda de las dos potencias fascistas, Italia y Alemania, que enviaron aviones a Marruecos, básicamente Italia, para transportar a parte de dichos mercenarios foráneos hasta Andalucía; gracias en parte a la gestión en Roma de otro gran e infame golpista, el ex rey español Alfonso XIII. (La Marina de guerra italiana también colaboró con el bando rebelde en acciones como obstruir los suministros por mar para las tropas de la República).
      Sin tales aviones fascistas (y dado que la Aeronáutica española se mantuvo leal al Gobierno gracias en buena parte a su Jefe, el egregio General de División Miguel NÚÑEZ DE PRADO y Susbielas) de poco hubiera servido la acción de varios coroneles y tenientes coroneles en Melilla, la del falangista teniente coronel Yagüe en Ceuta, la del coronel Sáenz de Buruaga en Tetuán. Pues el Gobierno de la República tenía Madrid, Cataluña, Levante, el Norte (excepto Galicia y Oviedo), Castilla la Nueva, Murcia, media Andalucía, el sur de Extremadura, parte de Aragón y la isla de Menorca. El fracasado golpe de estado se transformó entonces en cruenta y larga guerra civil, en la que Mussolini y Hitler ayudaron militarmente a los rebeldes. Aquél, incluso, con numerosas tropas y medios acorazados, el llamado Corpo di Truppe Volontarie, muchos de cuyos miembros perderían la vida en la famosa “Batalla de Guadalajara” en marzo del 37, fracasando así en estrechar el cerco de Madrid. En Zaragoza quedó una infinidad de tumbas de italianos que murieron por la vanidad del Duce al emplearse sus brillantes medios acorazados y blindados en un terreno y condiciones meteorológicas absurdas. También tuvieron mucho que ver en dicho desastre italiano las aguerridas Brigadas Internacionales del Ejército republicano.

III
      Vayamos ahora a unos breves trazos del background y circunstancias de la puesta en marcha del golpe de estado durante aquellas trascendentes fechas del 17 viernes, sábado 18, domingo 19 de julio del 36. Digamos de inicio que sólo se sublevó uno de los ocho Jefes de “División Orgánica”, circunscripción territorial, repitamos, de la España peninsular en tiempos de la República, equivalente a las clásicas anteriores Regiones Militares o Capitanías Generales, pero ahora no bajo el mando de un Teniente General, rango eliminado por la República, sino de un General de División, que era entonces el culmen del escalafón. Únicamente, decimos, se rebeló el Jefe de la V División Orgánica, con sede en Zaragoza, MIGUEL CABANELLAS Ferrer, causando gran sorpresa, pues era ferviente republicano y, por ende, masón. Sí se sublevaron los dos Generales de División Jefes respectivos de las tropas de ambos archipiélagos españoles, Baleares y Canarias, Manuel GODED Llopis y Francisco FRANCO. E igualmente se rebeló el General de División, Inspector General de Carabineros, Gonzalo QUEIPO DE LLANO y Sierra. No se sublevaron, en cambio, los Generales de la Guardia  Civil, en parte gracias a la acción y el prestigio de su Director General, el gran General POZAS; en todo caso, la lealtad de estos Generales constituye uno de los mejores indicios de la espantosa ilegalidad de aquella rebelión.
      A reseñar, también, el caso del Jefe de la importante I División Orgánica (Madrid), General de División VIRGILIO CABANELLAS Ferrer, hermano del reseñado Miguel. Virgilio Cabanellas no se alzó en Madrid contra el Gobierno, como sí hizo, en la propia capital, el general de división Joaquín FANJUL Goñi (quien se encerró junto a falangistas en el Cuartel de la Montaña), pero fue cesado por Decreto a raíz de la sublevación y sustituido en el mando de dicha I División Orgánica por el General Luis CASTELLÓ Pantoja, que estaba mandando la 2ª Brigada de Infantería (Badajoz). El cual, por cierto, no llegó a ejercer de Jefe de dicha I División al ser enseguida nombrado Ministro de la Guerra, en el Gabinete de José Giral. La I División quedó entonces a cargo de otro General de División leal, José RIQUELME y López-Bago.
      El Jefe del Gobierno, Santiago CASARES QUIROGA, conociendo (era casi secreto a voces, por informaciones de la Policía y de militares leales) que el general MOLA constituía pieza fundamental del golpe de estado, encargó al General de División Domingo BATET Mestres, Jefe directo de Mola en cuanto cabeza de la VI División Orgánica (Burgos), a la cual pertenecía la Brigada de Pamplona mandada por Mola, que hablara con éste y sondease sus propósitos. Se entrevistaron en el Monasterio de Irache, entre Burgos y Pamplona, el 16 de julio, donde Mola mintió a Batet. Según Hilari Raguer, gran especialista en la vida y hechos del General Batet, y según otras fuentes, Mola empeñó falsamente ante Batet su palabra de honor.
      Poco sabía el noble Jefe de la VI División que su propio Jefe de Estado Mayor en Burgos, coronel Fernando MORENO CALDERÓN, era miembro destacado de la conspiración y sería, el siguiente día 24, uno de los siete componentes de la inicial “Junta de Defensa Nacional, órgano que se creó como jefatura suprema, militar y política, del bando sublevado, pues “asumía todos los Poderes del Estado, representando legítimamente al País ante las Potencias extranjeras”. Así rezaba el Decreto Nº 1, de fecha 24-7-36, que publicaba el “BOLETÍN OFICIAL de la Junta de Defensa Nacional de España” Nº 1, de fecha 25 de julio. (¡Legítimamente, uf, qué sufrido es el lenguaje!). Dicha Junta la presidía --una vez muerto SANJURJO en accidente el día 20-- el General de División más antiguo, Miguel CABANELLAS, y los otros seis componentes eran el General de División Andrés SALIQUET Zumeta, los tres Generales de Brigada Miguel PONTE y Manso de Zúñiga, Fidel DÁVILA Arrondo y el propio Emilio MOLA, y dos Coroneles del Cuerpo de Estado Mayor, Federico MONTANER Canet, Jefe de Estado Mayor de la V División Orgánica de Miguel Cabanellas, y el ídem de la VI, el citado MORENO CALDERÓN. El Secretario de esta Junta golpista era MONTANER.
      El noble General Domingo BATET Mestres, en posesión de la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar, sería fusilado impíamente bastantes meses después, en febrero de 1937, por orden de Franco, aunque Mola pidió que no se hiciera, igual que lo intentaron Queipo de Llano y Miguel Cabanellas, atendiendo a su calidad de hombre íntegro y admirable, de tendencia conservadora y cristiana. Pero Franco tenía que vengarse, según unas fuentes, de que Queipo hubiera fusilado, por su renuencia a sublevarse, al general Miguel CAMPINS y Aura, Jefe de la 3ª Brigada de Infantería de Granada, amigo del “caudillo” ferrolano y su “segundo de a bordo” cuando Franco había sido Director de la Academia Militar de Zaragoza; para otros, Franco se vengaba de lo que sobre él declaró Batet en el “Expediente Picasso”, que investigó los porqués del terrible Desastre de Annual en julio de 1.921 (pues no todo eran fazañas y heroicidades en el currículum guerrero de Franquito). A más escarnio y esperpento, el burdo y dirigido “consejo de guerra” que condenó a Batet a muerte lo hizo por el delito de ¡“adhesión a la rebelión militar”, uf, uf!  (Por algo un proverbio extendido reza que, demasiadas veces, “la justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música”. Un servidor lo conoce por experiencia, pues me ha tocado participar en “consejos de guerra” siendo capitán. Y, sin que sea una descalificación de plano, ¡había que oír algunos de los argumentos que manejaban los juzgadores legos en Derecho para condenar o absolver!). En fin, probablemente Franco tampoco perdonaba a Batet estar en posesión de la Laureada de San Fernando. Franco se la concedió a sí mismo al final de la guerra civil.

IV
      Siguiendo con algunos perfiles destacados de aquellos días cruciales, no podemos sustraernos a citar la extraña muerte del General de Brigada de Infantería Amado BALMES Alonso, Comandante Militar de Las Palmas de Gran Canaria, ¡el 16 de julio de 1.936! La historiografía “oficial” ha proclamado siempre que fue por accidente, al disparársele su pistola, apoyada en su estómago o vientre, mientras presenciaba unos ejercicios en el campo de tiro de La Isleta. Si fue así, lo que muchos no oficialistas han puesto siempre en duda razonable, es evidente que Franco estaba ungido por la suerte. Pues el acudir a las exequias de Balmes le sirvió de inmejorable  motivo o pretexto para salir de la isla de Tenerife, donde radicaba su puesto oficial de Comandante Militar de Canarias, y desplazarse a la de Gran Canaria, más cercana al continente africano y, por tanto, a Marruecos, donde Franco iba a tomar el mando de la sublevación de integristas y mercenarios.
      En Gran Canaria le esperaba el avión “De Havilland Dragon Rapide”, pagado por Juan March, el multimillonario banquero, naviero y gran contrabandista, conocido como “el último pirata del Mediterráneo”, que había vendido armas a Abd-el-Krim cuando éste luchaba contra España y ahora auxiliaba con mucho dinero a los sublevados. Dicho avión  le llevaría a Tetuán (no antes de estar completamente seguro de que la rebelión en Marruecos había triunfado totalmente. Franco era poco amigo de exponerse, él jugaba sobre seguro. De hecho, no llega a Tetuán ¡hasta el día 19!, dos después de dicha rebelión, pues no emprende el viaje hasta recibir un telegrama de Melilla con el texto: «Este Ejército levantado en armas contra el Gobierno, habiéndose apoderado de todos los resortes del mando. ¡Viva España!». En todo caso, el vuelo Gran Canaria-Tetuán no es directo, sino hace escalas en Agadir y Casablanca, donde Franco procura informarse de cómo está yendo la sublevación.
      Por cierto que  de la pistola homicida de Balmes no se supo más, y apenas hubo investigación sobre el raro accidente. Algunos historiadores han tratado la hipótesis de que el general Balmes, prestigioso y parece que no comprometido en la rebelión contra el Gobierno, fuera asesinado en un complot dirigido por Franco. Recientemente, el historiador Ángel Viñas ha respaldado a fondo esta teoría o presunción, generando la rabia y conminaciones de la Fundación Francisco Franco, que se apoya en historiadores de la calaña de don Ricardo de la Cierva.

V
      Llegados aquí, y no debiendo ya extendernos mucho más, perfilaremos breve epítome de los militares con rango de General, y del rango equivalente en la Marina, que fueron alevosamente asesinados, fusilados, por los alzados contra el Estado y Gobierno legítimos. En tal empeño, hemos de prestar de nuevo atención al noble General de División Domingo BATET, siempre fiel a la ley y a su conciencia, que había cortado la sublevación catalana de octubre del 34 y que en julio del 36 hizo lo propio con la rebelión militar-fascista. Consideramos que Batet, conservador y cristiano como antes hemos dicho, íntegro y leal en todo momento al Gobierno legítimo y a la ley, fusilado vesánicamente por especial empeño de Franco, es quizá el caso más destacado o significante entre los altos mandos asesinados por unos compañeros que se sublevaron contra todo Derecho y verdadera Moral.
      Un gran entendido en Batet, según hemos apuntado, es el monje de Montserrat Hilari Raguer, especialista en Derecho y Ciencias Políticas, autor del libro “El general Batet. Franco contra Batet: crónica de una venganza”, prologado por mi admirado amigo Paul Preston. Libro en que se analiza el odio de Franco por Batet (uno supone que por complejo de inferioridad, entre otros turbios motivos). Señala Raguer, igualmente, que Batet -–contra lo que era demasiado frecuente–- puso siempre mucha atención en que se tratase a los soldados no sólo con respeto, sino con especial consideración a su condición humana.
      Para Hilari Raguer, el odio visceral de Franco hacia Batet tenía un doble origen: de un lado (ya nos hemos referido a ello) el informe que redactó Batet dentro del «Expediente Picasso», consecuente al Desastre de Annual de julio de 1.921. En cuyo informe Batet se muestra indignado por el grado de corrupción económica y moral a que llegaban numerosos oficiales y jefes destinados en Marruecos, constituidos en verdadera “casta africanista” (la misma que después se levantaría con infamia contra la República en 1.936). Respecto a Franco, escribía Batet en su informe: «El comandante Franco del Tercio, tan traído y llevado por su valor, no siente satisfacción de estar con sus soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza (es decir, en la ciudad) para curarse de una enfermedad, lo que muy bien pudiera haber hecho en el campo, explotando así vergonzosa y descaradamente algo que no le impedía estar todo el día en bares y círculos. Oficial como éste, que pide la laureada y no se le concede, donde con tanta facilidad se ha dado, ya está militarmente calificado». Asimismo, Batet desmitificaba a otros supuestos héroes: «Algunos oficiales de Regulares y el Tercio (la Legión) se sienten valientes a fuerza de morfina, cocaína o alcohol; se baten en camelo: mucha teatralidad, mucho ponderar los hechos y mucho echarse para atrás cuando encuentran verdadera resistencia».
      El otro motivo del odio de Franco hacia el catalán Batet es, para Raguer y Paul Preston, la rabia de aquél por que Batet no realizó una carnicería en Barcelona en octubre de 1.934, al enfrentarse a la sublevación del President Lluís Companys. Paul Preston precisa: “Franco, cerebro de la represión de las rebeliones de Asturias y Cataluña de Octubre de 1934, enfurecía por lo que consideraba simpatías de Batet hacia los alzados catalanes, a los cuales, según Franco, debió haber castigado con la misma terrible dureza que el teniente coronel Yagüe a los mineros de Asturias”. (Como sabrán ustedes, Yagüe fue auténticamente feroz en la represión, comandando mercenarios de la Legión y marroquíes “regulares”).
      Preston se refiere también a cómo se movió e influyó Franco, durante el proceso judicial castrense contra Batet, para conseguir que fuese fusilado, contra los citados intentos contrarios de Generales sublevados como Cabanellas, Mola, Queipo y otros que le admiraban y respetaban. El juicio, en suma, tuvo lugar el 8 de enero del 37. Condenado Batet por “rebelión” (¡qué infamia, qué esperpento!) fue fusilado en Burgos el mes siguiente, enfrentando la muerte con inmensa entereza. Mientras, según algunas fuentes, Franco se cuidaba de que en la expulsión de Batet del Ejército, consecuente a ese infame consejo de guerra que le condenó al fusilamiento, se hiciera constar «su probado desamor a España». ¡Cuánta canallada! Viene a cuento subrayar que el art. 237 del Código de Justicia Militar entonces vigente rezaba: “Son reos de rebelión los que se alcen en armas contra la Constitución del Estado Republicano, contra el Presidente de la República, la Asamblea Constituyente, los Cuerpos Colegisladores o el Gobierno constitucional y legítimo”.

VI
      Nos ocuparnos ahora, de modo más conciso, de los otros Generales leales además de Batet, y de su equivalente en rango como Contralmirante en la Marina, fusilados al comienzo de la guerra debido a dicha lealtad. Fusilados por los generales desleales o sublevados. Nos referimos a los siguientes:
General de División Miguel Núñez de Prado y Susbielas.             General de División Enrique Salcedo Molinuevo.       General de Brigada de Infantería Manuel Romerales Quintero.        General de Brigada de Infantería Rogelio Caridad Pita.             General de Brigada de Infantería Miguel Campins y Aura.                    Contralmirante Antonio Azarola Gresillón.
      Además de estos seis Generales y Contralmirante, se nos interesa que hagamos mención de dos oficiales de rango menor, mas de particular interés: el primo carnal de Franco, Comandante de Artillería y aviador militar Ricardo de la Puente Bahamonde, y el Capitán también artillero y aviador Arturo Álvarez-Buylla Godino. Ambos con destacada actuación en Marruecos contra la sublevación, y ambos ferozmente fusilados por ello.

      Miguel Núñez de Prado, General de División, masón (“Lafayette”), cordobés de Montilla, perteneciente al Arma de Caballería, Medalla Militar individual, opuesto a la dictadura de Primo de Rivera, activista en pro del advenimiento de la República, miembro de la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista, opuesta a la reaccionaria UME, Unión Militar Española); a la cual UMRA pertenecían muchos de los militares leales a la República.  Se enfrentó (unos autores dicen, otros no, que en cuanto Jefe de la Policía) a los intentos de Franco --entonces Jefe (saliente) del Estado Mayor del Ejército del derrotado Gobierno derechista-- de oponerse y no acatar, mediante un pronunciamiento militar, el resultado de las Elecciones de Febrero del 36 que daban la victoria al Frente Popular. Contando Núñez de Prado con el decisivo apoyo, frente a esas tentativas de Franco, de otro gran General de División procedente del Arma de Caballería, Sebastián Pozas Perea, Inspector General (equivalente a Jefe) de la Guardia Civil (el cual moriría en el exilio en México). Permítanme el atrevimiento de decir que un servidor, modestísimo Comandante de Caballería, se mira en ambos como estrellas de su firmamento moral y político.
      Núñez de Prado, especialista en Aeronáutica Militar y Director General de la misma, fue crucial para que la mayoría de dicha Aeronáutica y de los aeródromos permanecieran leales al Gobierno el 18 de julio. Es más, nombrado a primeras horas de tal día Inspector General del Ejército, voló a Zaragoza para tratar de sustituir o de convencer al lerrouxista General Miguel Cabanellas, Jefe de la V División Orgánica, de que no se sublevara. Cabanellas parece que le instó a regresar a Madrid, a lo que se negó Núñez de Prado, que exigió la dimisión de Cabanellas. Entonces fue ilegalmente detenido y llevado a Pamplona, existiendo distintas versiones o presunciones de si fue fusilado sin más por Mola o asesinado de otro modo. Pues parece que no hubo procedimiento o “causa” judicial militar contra él. Algunas fuentes dicen que fue asesinado en una cuneta.

      Enrique Salcedo Molinuevo, General de División, Jefe de la VIII División Orgánica (La Coruña), de madre filipina. Perteneciente al Arma de Infantería, Medalla Militar individual. De tendencia conservadora, pero leal a la ley, se negó al requerimiento de Sanjurjo para participar en su intento de golpe de estado del 10 de agosto del 32 (la famosa y fallida “sanjurjada"). Conocedor de la sublevación en ciernes del 18 de julio, tampoco accedió a participar en ella, pese a que le instaron tanto Queipo de Llano como Mola (téngase en cuenta que la sublevación no se produjo en Galicia hasta el día 20, quizá en parte por la idiosincrasia gallega). Salcedo se sabía, además, apoyado por el Jefe de la Brigada con sede en La Coruña, Caridad Pita.
      Pero el Coronel Pablo Martín Alonso, jefe del Regimiento de Infantería “Zamora” Nº 54 de La Coruña (ex Ayudante de Sanjurjo en Marruecos y sublevado con él en “la sanjurjada”, de lo que había sido amnistiado por el Gobierno derechista  del “bienio negro” republicano, ¡ay Martín Alonso, iracundo exaltado rebosando soberbia, que te recuerdo de Capitán General de Madrid, era yo chavalillo, años cincuenta, echando una bronca furibunda, humillante, en el Paseo de Rosales madrileño, a un coronel delante de su Regimiento, el cual se entrenaba para el ritual y anual “Desfile de la Victoria”!), Martín Alonso, decimos, junto a otros mandos inferiores decididos a sublevarse y contando con la complicidad del propio Jefe de Estado Mayor de la División Orgánica mandada por Salcedo, conminaron a éste a unirse a ellos, lo cual rechazó. Entonces le detuvieron y llevaron a El Ferrol -–junto al igualmente leal General de Brigada en La Coruña, Caridad Pita—- dejándole preso en el buque “Plus Ultra”. Juzgado, ¡cómo no!, por “traición”, fue fusilado el 9 de noviembre de 1.936.

      Manuel Romerales Quintero, General de Brigada de Infantería, Jefe de la Circunscripción Oriental del “Protectorado” de Marruecos (Melilla y El Rif, con sede en aquélla), de brillante historial castrense, con ascensos por méritos de guerra. En Melilla precisamente comenzó la rebelión de 1.936 contra la República, sólo que un día antes, en la tarde del 17, de lo previsto por “el Director” Mola (que lo había fijado para las 5 horas del sábado 18 de julio). Tal adelantamiento se debió a que un registro policial, ordenado por Romerales, a cargo del teniente Juan Zaro (con guardias de asalto y quizá también con policías, en esto difieren las fuentes), un registro, decimos, a la reunión de varios oficiales conspiradores --encabezados por el coronel Luis Solans, los tenientes coroneles Juan Seguí, Darío Gazapo, Bertomeu, capitán Medrano, tenientes Bragado, Comas, Samaniego, Cano y otros, según los recuerdos de uno de ellos, teniente de la Legión Julio de la Torre-- en la “Comisión de Límites” o Comisión Geográfica o Cartográfica, derivó en que De la Torre llamara en su auxilio al cercano cuartel de la Legión. Auxilio que acudió superando en número a los policías de Zaro, que se rindió.
      A continuación, dichos rebeldes marcharon a tomar la Comandancia Militar de Romerales, deteniendo a éste y declarando el “estado de guerra” en nombre del General Franco (que seguía en Canarias sin sublevarse), y fusilando enseguida a numerosos civiles, sindicalistas y militares leales. Como ya hemos citado, el digno general Gómez Morato, Jefe militar de todo el Protectorado, quien se encontraba en Larache, Zona Occidental, voló de inmediato a Melilla, donde fue arrestado por los militares rebeldes nada más aterrizar. Quedando al mando de la sublevación el coronel Solans, que telegrafió a Franco comunicándole que ya eran amos de Melilla. Romerales, en otra burla a la justicia, fue juzgado en consejo de guerra el 26 de agosto, siendo condenado a dos penas de muerte, ¡cómo no, por “rebelión militar”!, y fusilado inmediatamente. ¡Bizarros “africanistas”, cuánta sangre trajiteis a España! Antes de morir, dijo el noble Romerales a sus verdugos: “Tenéis en este momento la fuerza, pero no el derecho ni la justicia”.

      Rogelio Caridad Pita, General de Brigada de Infantería, Jefe de la 15ª Brigada de Infantería (La Coruña). Se había negado, al proclamarse la República el 14-4-31, a sacar las tropas a la calle, pese a la orden que recibió de hacerlo. En su lugar, manifestó públicamente su acatamiento a la voluntad popular. La mañana del 20 de julio del 36 --y desoyendo, igual que Salcedo Molinuevo, los intentos de Queipo y Mola para convencerle de sublevarse-- se esforzó en impedir que lo hiciera el ya citado Regimiento de Infantería Nº 54 del coronel Martín Alonso, para lo que se presentó en persona en dicho Regimiento, siendo allí detenido por tal atrabiliario coronel y después aprisionado en el castillo de San Diego de La Coruña (otros dicen que en el de San Felipe de El Ferrol, que no hay que confundir con los del mismo nombre en Menorca o El Puerto de la Cruz. Posiblemente le llevaran primero a San Diego y después, junto con Salcedo, a San Felipe, en El Ferrol). “Juzgado” (¡?), igual que Salcedo, por “traición”, ¡otra vez uf!, fueron ambos fusilados el 9 de noviembre en el mismo castillo de San Felipe, dando vivas a España y a la República. Cinco hijos de Caridad Pita, según autores, combatieron en el Ejército leal republicano.

      Miguel Campins y Aura, General de Brigada de Infantería, Jefe de la 3ª Brigada de Infantería (Granada). Con varias condecoraciones por acciones de guerra en África al par que de acendrado catolicismo. Amigo de Franco, del que había sido nº 2 en la Academia General Militar de Zaragoza. Tuvo una conducta titubeante ante la sublevación, contrastando con la violenta actitud y presión sobre él de sus subordinados, especialmente del comandante Valdés, en comunicación con Queipo de Llano, quien, desde Sevilla, se había autoerigido en mando supremo de Andalucía. Finalmente, Campins declaró, el día 20, el ilegal estado de guerra, invocando lealtad a la República. Queipo, sin oír a Campins, ordenó destituirle y arrestarle, poniendo en su lugar al coronel Basilio León, Jefe del Regimiento de Infantería Nº 2 (otras fuentes dicen que quedó al mando de Granada el coronel Antonio Muñoz, jefe del Regimiento de Artillería Nº 4). De Gobernador Civil, el nefasto comandante Valdés, también asesino o colaborador al asesinato de Lorca.
      Igualmente, ordenó Queipo trasladar a Campins a Sevilla, donde le sometió a consejo de guerra sumarísimo que en agosto, mientras las tropas de Franco y Yagüe  asesinaban por Badajoz, condenó a Campins a muerte (puede aún reírse quien esto lea) por el delito, cómo no, de ¡rebelión! No le salvó la intercesión de Franco,        entonces sólo jefe de las tropas sublevadas africanas, quien pidió a Queipo conmutara dicha pena capital. Franco se vengaría medio año después, ya jefe supremo de los exterminadores de la República, despreciando las peticiones de Queipo de que no se fusilara a Domingo Batet. ¡Qué odioso y feroz cambio de cromos! Cabe añadir que en Granada, como en tantos otros lugares, triunfó la sublevación por no entregar armas al pueblo.

      Antonio Azarola Gresillón, Contralmirante de la Marina, aunque nacido en tierra firme navarra, en una familia de raigambre republicaba. Jefe del Arsenal de El Ferrol y 2º Jefe de la Base Naval. Ex Ministro de Marina con el Gobierno del centroderechista Portela Valladares. Los sublevados no le perdonaron mantenerse leal al Gobierno, acusándole de ordenar abrir el Arsenal a las “masas marxistas” para apoderarse de las armas y buques allí fondeados. Fue detenido contra toda disciplina por subordinados suyos, como los hermanos Salvador y Francisco Moreno, a los que Franco luego hizo Almirantes. Los cuales hicieron objeto a Azarola de un verdadero linchamiento en un consejo de guerra sumarísimo por un supuesto delito  de “abandono de destino ante rebeldes y sediciosos, inhibiéndose de sus funciones, retirándose a sus habitaciones particulares y oponiéndose a que se declarase el estado de guerra en El Ferrol”, por lo que fue condenado a muerte y fusilado el 4 de agosto en el cuartel de Dolores de la Base Naval. Católico ferviente, murió con un crucifijo entre las manos.
      Símbolo como pocos Azarola de la feroz tragedia de España, tanto él como su familia, una de sus hijas (o sobrina, según quien lo cuenta), Amelia, estaba casada con el famoso aviador militar y oficial de Artillería, también navarro, Julio Ruiz de Alda, cofundador de Falange Española con José Antonio Primo de Rivera y compañero de Ramón Franco en el célebre vuelo del “Plus Ultra” entre España y Argentina a principios de 1.926. El 22 ó/y 23 de agosto la Cárcel Modelo de Madrid donde se hallaba Ruiz de Alda preso fue invadida por milicianos de izquierda, los cuales, de forma atroz, fusilaron a él y otros. Alda solía decir, despreciando las urnas electorales: “nosotros no podemos concebir que España desaparezca porque unos señores voten una cosa o puedan votar otra". Era el fascismo español, el que despreciaba cualquier dialéctica, excepto la de “los puños y las pistolas”.

      Ricardo de la Puente Bahamonde, Comandante de Artillería y aviador militar, Jefe de la Aeronáutica Militar de Marruecos y del Aeródromo de Tetuán-Sania Ramel, primo hermano de Franco y ferrolano como él. Poseedor de varias condecoraciones castrenses. Durante la “Revolución de Asturias” de octubre de 1.934, se había negado a bombardear a los mineros, por lo que fue sancionado por el General que dirigía la lucha contra los mismos, precisamente su primo Francisco Franco. El 17 de julio del 36, como Jefe del citado Aeródromo, aseguró la lealtad de su escuadrilla al Gobierno. Atacado por fuerzas marroquíes “regulares” (o/y por legionarios, difieren las fuentes) muy superiores, cuando se vio obligado a rendirse ordenó antes inutilizar los aviones allí existentes. El 2 de agosto sufrió consejo de guerra, que le condenó a muerte ¡cómo no! por “traición” o, según otras fuentes, por “rebelión” o “sedición” (nuevo ejemplo de la falta de serio conocimiento e información, de frivolidad o confusionismo por parte de tanto escribidor “de alcance” sobre estos hechos. Alguno, incluso, ha escrito que el Comandante De la Puente fue fusilado en marzo del 37, confundiéndole con Álvarez-Buylla).  
      Lo cierto, parece, es que, cuando su primo el General de División Francisco Franco llegó de Canarias, dio el “visto bueno” a tal condena, aunque hizo firmar la sentencia al general Luis Orgaz. (También, el gatuno Franco omitió la hache de su segundo apellido en el bando por el que impuso el estado de guerra en Marruecos; dícese que para distinguirse de su primo). De la Puente Bahamonde fue fusilado el 4 de agosto en el Monte Hacho contiguo a Ceuta, que un servidor conoce bien pues estuve como capitán destinado en dicha ciudad (y también visité allí ¡en 1.976! a algún miembro de la UMD --Unión Militar Democrática, heredera de aquellos leales militares republicanos-- preso en la fortaleza de El Hacho).

        Arturo Álvarez-Buylla Godino, Capitán de Artillería y pionero aviador militar como De la Puente, e igualmente condecorado por su comportamiento en guerra. Asturiano ovetense de rica descendencia científica (así, su nieto y homónimo, preclaro neurobiólogo… mexicano, ¡ay, el exilio impuesto por el fascismo triunfador!). No pasó del grado o empleo de Capitán por obra y gracia del “Dictador” Primo de Rivera padre, quien disolvió el Cuerpo de Artillería por enfrentarse con él. Primo  restableció después el Cuerpo, pero imponiendo a los artilleros, si querían recuperar su grado, que firmasen una declaración favorable a dicho dictador. Álvarez-Buylla parece que fue el único que no quiso firmar, quedando así fuera del Ejército. Fue hombre de temple heroico, de enormes convicciones morales y políticas. Hoy tiene, venturosamente, una calle a su nombre en Oviedo. A veces es confundido con un familiar suyo, “Plácido” Álvarez-Buylla (incluso se lee así en el arriba nombrado libro “La República española y la guerra civil” de Gabriel Jackson).
      Parece que Álvarez-Buylla había tenido conexiones con los militares (Fermín Galán, etc) levantados en Jaca el 12 de diciembre del 30, y desde luego participó en el asalto y sublevación del aeródromo madrileño de Cuatro Vientos el siguiente día 15 (con Ramón Franco, Queipo de Llano y otros), en un intento de bombardear el Palacio Real y proclamar la República en conexión con socialistas de Madrid que declararían la huelga general. Bastante mal organizada, su acción no pasó mucho más de arrojar octavillas y, en definitiva, tuvieron que huir (en avión, claro) a Portugal. Con la República se reincorporó al Ejército y, cuando ganó las Elecciones el Frente Popular, fue nombrado nº 2 del Alto Comisariado en Marruecos. Al producirse allí la rebelión el 17 de julio, y estando como Alto Comisario interino (Alonso Baño inventa para él el grado de “Comisario Superior”, quizá por maltraducir alguna cita en idioma no español), se unió a De la Puente Bahamonde en el Aeródromo de Sania Ramel. Fue detenido el día siguiente y encarcelado en Tetuán. No le “juzgaron” en consejo de guerra hasta marzo siguiente (¿por qué tanto retraso, en contradicción con otros consejos inmediatos?: ¿por intereses de Franco?). En dicho “juicio” no reconoció la autoridad del “tribunal” y se negó a declarar. Fue fusilado el 16 ó 17 de marzo de 1.937.
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