divendres, 30 de maig del 2014

76 aniversario de la masiva fuga de San Cristóbal


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En plena guerra civil española, 795 presos se fugaron de uno de los penales más duros del régimen franquista: el fuerte de San Cristóbal en Pamplona. 585 fueron recapturados, 210 fueron asesinados y sólo 3 consiguieron pasar la frontera. La dictadura primero y el pacto de silencio de la transición después quiso que no se conociese esta historia. Es una reflexión sobre la memoria historica y la amnesia social.
La magnitud de la evasión se aprecia por sus números. De los 2.500 presos que aproximadamente había en el penal, 796 se fugaron. De ellos, 207 murieron en la fuga, 585 fueron detenidos -de los que 14 fueron condenados a muerte y fusilados- y tres llegaron a Francia.
La mayoría de los presos se enteró de la fuga una vez que ya estaba en marcha, después de que una veintena de prisioneros hubiese logrado hacerse con el control del fuerte tras reducir a los guardias del penal y a los 92 soldados de la guardia exterior.
El plan fue urdido por Leopoldo Pico, quien también se pondría al frente en el momento de su ejecución. A la hora de la comida, con la ayuda de los presos que estaban haciendo servicios, Pico redujo a los guardianes y abrió la puerta de la cárcel vistiendo gorra y abrigo de guardián y con una pistola en la mano. Con el disfraz logró distraer a la tropa que vigilaba el fuerte y que en ese momento estaba en el comedor. Los presos cogieron las armas de los soldados y atacaron el único punto de resistencia, las garitas de vigilancia. En unos minutos, el control del fuerte había cambiado de manos. Los hombres de Pico abrieron las puertas de las galerías e invitaron a salir a los presos. Casi todos salieron corriendo, pero también muchos regresaron a sus celdas al intuir que la aventura no tenía posibilidades sin ningún apoyo exterior y después de que su única ventaja, la sorpresa, desapareciera casi inmediatamente con la huida de dos centinelas de las garitas de vigilancia. La toma del fuerte se saldó con un muerto, un guardián al que los fugados golpearon cuando estaba dando una alerta que de haber sido efectiva les habría desbaratado todo el plan.
El organizador de la fuga murió, fusilado antes del juicio, según el fiscal; en el monte, según una versión de los fugados; y ejecutado en un cuarto de la prisión nada más ser capturado, según otra. De él se sabe que tenía 27 años y que había nacido en Rasines (Cantabria). Pronto se fue con su familia a Bilbao y allí trabajaría en Euskalduna. Era uno de los dirigentes en el Partido Comunista en Bilbao y vivía en una casa del partido en la calle Correo. Allí se reunía con Dolores Ibarruri, “La Pasionaria”, y otros responsables del partido.
Por el testimonio de su mujer, Concha Mazo Mendieta, se sabe que estuvo preso tras la “revolución de octubre”. Luego le volvieron a encarcelar durante la guerra. Le encargaron dinamitar un puente entre Vizcaya y Álava, pero los requetés le estaban esperando. Le condenaron en un tribunal de Vitoria por rebelión militar y fue a parar al fuerte de San Cristóbal, una obra militar impresionante construida durante el reinado de Alfonso XII para defender Pamplona. Se comenzó a usar como presidio en 1934 y de forma intensiva a partir del 36.
Los 2.500 presos que había allí el 22 de mayo de 1938 soportaban unas condiciones de hacinamiento, malnutrición y malos tratos diversos. 796 decidieron jugarse la vida y la libertad a cara y cruz. Quizá muchos sintieron lo mismo que Leopoldo Cámara que, cuando atravesó la puerta principal del fuerte el 22 de mayo de 1938, gritó con toda su alma “¡Viva la libertad!”. Dice que nunca lo podrá olvidar porque fue “el momento más feliz de mi vida”.
El grupo Barricada recuerda esta fuga con una canción, que se titula “22 de mayo”, dentro del trabajo “La tierra está sorda”, publicado en 2009, y que está enfocado íntegramente a recordar la sangrienta represión fascista que se ha sufrido en España a raíz del golpe de Estado de 17 de julio de 1936.
Fuente: La Mancha Obrera