dijous, 24 d’abril del 2014

«LA GENERACIÓN DEL SILENCIO». MANOLO FORNÉS


http://rastrosderostros.wordpress.com/2014/03/27/la-generacion-del-silencio-manolo-fornes/


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Retrato de Manolo Fornés realizado por un compañero, estando ambos en la cárcel de San Miguel de los Reyes (Valencia)
Manolo Fornés, convencido que “sin libertad no hay caminos”, quiso pasar a limpio unas páginas de reflexiones sobre sus experiencias en la lucha antifranquista, ya que “cuantos hemos compartido las ideas libertarias, tenemos la obligación de contar la verdad. No tanto porque tengamos vocación de cronistas históricos, o la pretensión de escribir, sino porque es la única manera en que la Humanidad progresa, aprendiendo de los errores cometidos”. Por tal razón, su “intención no es hacer elegía de aquellos hechos, sino de los hombres que actuaron conmigo y del espíritu que nos animaba”.
Con ese propósito nos avisará que si el lector [libertario] se examina y trata de responder a la pregunta: ¿cómo entré en contacto con el Movimiento Libertario?, sin duda encontrará una respuesta muy sencilla: me habló un buen amigo de este tema, o bien: encontré un libro que me despertó el interés y consecuentemente busqué cómo ponerme en contacto con otros libertarios. Las respuestas pueden ser muy variadas, y todas son ciertas. Sin embargo, si se pregunta: ¿por qué y cómo llegué a sentirme libertario yo también? La respuesta no será tan sencilla. Y si lo comenta con otros compañeros, estoy convencido de que habrá una gran coincidencia en cuatro o cinco razones fundamentales: amor a Ia libertad, el convencimiento de que la emancipación del obrero ha de ser obra del mismo obrero (acción directa, sin intermediarios); o bien: me rebela la injusticia social.
Y entre lo mucho que nos cuenta extraemos unos fragmentos:
“De la guerra, aparte de los bombardeos no me queda otro recuerdo que el entierro de Durruti. Jamás he visto tanta multitud congregada en las calles […] Alguien me subió en hombros y pude ver el cortejo. Por todas partes banderas rojas y negras, gorras y rostros emocionados. En mí quedó un recuerdo imperecedero”.
“Cuando terminó la guerra yo tenía 9 años, por lo que bien puedo decir que abrí los ojos sobre el plato amargo de la postguerra […] A los ojos de los vencedores, la dignidad era “rebelión”. Así los mejores hombres que tuvo España, se perdieron. Y con su pérdida, el terror se iba haciendo cada vez más patente, hasta dominar por completo la vida cotidiana […] Y mis recuerdos de aquellos días son aterradores: hambre, miseria, persecuciones, abusos de autoridad, injusticias”.
“Al exilio marcharon infinidad de compañeros, cuyo drama al llegar a Francia y verse sometidos a las condiciones de los campos de concentración, junto al posterior pacto nazi-soviético, y la ocupación alemana, les supuso una verdadera epopeya, digna de ser contada y cantada por mejor pluma que la mía. En el interior, a pesar de la tenaza franquista, el movimiento [libertario] se organizó en la clandestinidad desde el primer día. Al igual que lo hizo en la cárcel…”
“Pese a todos los pesares, al finalizar la guerra europea, los ánimos de la población se iban impacientando, dando por hecho la caída del franquismo […] Por otra parte, en el exterior, la República, una vez más, se consumía en inútiles luchas internas, sin que se pusieran de acuerdo en una acción coordinada capaz de derrotar al régimen. Y así, convencidos de que la salvación no podía venir por ahí, se tomó el acuerdo en el exilio de emprender la lucha armada contra el franquismo, esperando así precipitar las cosas. Y en consecuencia se crearon una serie de grupos que actuarían como guerrilla urbana, con golpes de efecto que alimentasen la resistencia del pueblo a las pretensiones franquistas”.
“La principal misión de aquellos grupos era la de defensa. Y así les llamábamos nosotros. Eran grupos específicos de defensa y en su composición se unían las experiencias de El maquis y la savia de la juventud en su afán de lucha antifranquista. El objetivo, hacer que se respetase a la CNT y, al pueblo en general, darle ánimos con aquellas acciones. No estaban solos. A tal efecto, se creó en 1948, una Comisión de Defensa, de la que yo formé parte en representación de las Juventudes Libertarias del interior”.
“El grupo en el que yo caí, fue detenido en 1949. Yo contaba entonces 19 años. Pero los hechos de la acusación se remontaban a mis 17 años […] Cuando caímos nosotros, quedaron en libertad cuatro grupos de acción intactos: Facerías, Quico Sabaté, Massana y Los Maños. Igualmente César Saborit, que tenía cita conmigo, logró escapar. Llegó a Francia y volvió con otro grupo”.
“No quiero pasar por alto la mención a las torturas del franquismo, puesto que este capítulo era parte integrante de su filosofía […] A mí y a todos los compañeros nos dieron sesiones más o menos continuadas. Yo recuerdo que, como consecuencia de los golpes, tuve el sistema nervioso-motor aletargado durante mucho tiempo. En las formaciones, y siempre que me había de sostener en posición firme, perdía la noción de la posición ocupada por mis manos y brazos, así como pies y piernas […] Las comisarías de Barcelona están llenas de silenciosos gritos de todos aquellos compañeros que se entregaron generosamente. Son muchos miles los que allí padecieron. Eso no se olvidará fácilmente”.
“Las condenas a los componentes del grupo fueron muy duras. De las nuevas condenas a muerte, ejecutaron cinco […] En pleno 1952, el día 14 de marzo, se fusilaba en Barcelona a cinco miembros del grupo que fueron detenidos conmigo […] Murieron en el Campo de la Bota, donde fueron fusilados desde la terminación de la Guerra Civil, muchas decenas de miles de compañeros nuestros, silenciosamente, en la complicidad de la noche, o al amanecer, cuando en invierno todavía el día no le ha ganado la batalla a la noche”.
“A los restantes condenados, nos esperaba una larga lucha contra la desesperación y muchas, muchas vejaciones”. Y a su tránsito y vivencias en el penal de San Miguel de los Reyes y en el de Burgos, al que fue trasladado tras la huelga que habían organizado en la prisión de Valencia, dedicará Manolo las últimas páginas de su texto hasta que en septiembre de 1960 le llegará la libertad. Aunque “a partir de entonces me esperaba otra dura batalla […] Pero esa es otra historia llena de lucha y dificultades que he de escribir aparte”.
El texto completo, publicado en el libro colectivo La oposición libertaria al régimen de Franco. 1936- 1975, por la Fundación Salvador  Seguí en 1993,  puede leerse clicando en La generación del silencio