dilluns, 31 de març del 2014

LAS HERIDAS DE LA GUERRA CIVIL


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Este conflicto bélico se cobró la vida de más de medio millón de personas, dividió al país en dos bandos, lo sumió en una grave crisis económica y dio paso a una dilatada dictadura que terminó en 1975 con la muerte de Francisco Franco.
El Litoral.com / ANA LÁZARO VERDE / 30-03-2014
Un hombre carga a un niño herido en las calles de Teruel, en pleno conflicto. Reproducción del negativo de Robert Capa.
Hoy, cuando se cumplen 75 años del final del conflicto, todavía quedan heridas abiertas en España: miles de personas buscan aún los restos de sus seres queridos fusilados durante la contienda (1936-1939) y la posterior dictadura (1939-1975) y algunos colectivos piden que la tumba de Franco deje de ser un monumento.
“La ignorancia ha sido una política de Estado”, explica a dpa Emilio Silva, nieto de un republicano fusilado durante la guerra y presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en España.
“Todavía hay miles y miles de personas que no saben lo que ocurrió, que siguen pensando que hay que reparar a las víctimas de los dos bandos, cuando uno de ellos tuvo durante muchos años toda la reparación”, dice en alusión al bando franquista.
El 1 de abril de 1939 el entonces general Francisco Franco firmó el último parte de guerra, proclamando su victoria tres años después de haberse sublevado junto a un grupo de militares contra el gobierno de la República. Aquella fecha fue, durante casi 40 años, ‘el día de la victoria‘. Para los vencidos, el día de la derrota.
Reconciliados
Desde la Fundación Francisco Franco -organización que actualmente se dedica a la difusión de la obra del dictador- defienden que, tras el final de la guerra, en España se produjo una “reconciliación”. Pero cientos de testimonios revelan que los ‘vencidos‘ sufrieron la represión de un régimen autoritario nacional-católico que suprimió muchas de las libertades alcanzadas durante el periodo republicano (1931-1936).
Asociaciones en defensa de la memoria histórica recuerdan ahora que el régimen franquista impulsó a partir de 1939 una política de reparación dirigida a las víctimas de su bando que incluyó ayudas económicas, pensiones especiales, becas de estudio y licencias públicas.
“Mientras tanto, las familias que perdieron la guerra sufrieron durante años un régimen que casi podemos considerar de ‘Apartheid’ “, explica Silva. “No les quedó más remedio que servir a los vencedores y en muchos casos tuvieron que irse del país”, añade, aludiendo a los dos millones de exiliados que se contabilizaron entre 1950 y 1960.
En esas circunstanciass, poco pudieron hacer las víctimas del franquismo por recuperar la memoria de los suyos. Se impuso la ley del miedo y el silencio. Y todavía hoy yacen en fosas comunes más de 100.000 cuerpos de represaliados durante la guerra y la posterior dictadura.
“Cuando exhumamos una fosa y devolvemos los restos identificados a los familiares, muchos de ellos dicen ‘ya me puedo morir tranquilo’ Hay gente que lleva 75 años sufriendo”, explica Silva. La asociación que preside ha exhumado científicamente desde el año 2000 unas 300 fosas y ha recuperado los restos de más de 6.000 personas.
En 1977, dos años después de la muerte de Franco, el gobierno español aprobó una ley de amnistía que entonces parecía necesaria para garantizar una transición a la democracia y que ahora se ha convertido en un escollo para investigar los crímenes del franquismo.
No fue hasta 2007 cuando se aprobó una Ley de Memoria Histórica en España. Lo hizo el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero y fue un paso un paso importante y necesario, aunque “insuficiente”, según las víctimas del franquismo, ya que se incluyó su reconocimiento pero no la apertura de las fosas comunes, labor que quedó en manos de voluntarios, asociaciones y comunidades autónomas.
“Esa falta de políticas hacia el pasado hace que todavía las consecuencias de la guerra y la dictadura estén muy vivas en nuestra sociedad”, dice Silva.
Desde la Fundación Francisco Franco, su vicepresidente, Jaime Alonso, sostiene que la ley aprobada por Zapatero responde al “revanchismo” del Partido Socialista. “Jamás se debería imponer por ley la memoria” asegura en conversación con dpa.
“Quiero ver los huesos de mi padre”
El pasado 29 de noviembre, la española Ascensión Mendieta cumplió 88 años en un avión rumbo a Buenos Aires. ‘Mi hija me preguntó un día: “¿Quieres ir a ver a la jueza Servini? Y lo le dije que sí”, explica en su casa de Madrid. Tuvo que recorrer más de 10.000 kilómetros de distancia para reclamar a una magistrada argentina algo que no puede hacer en su país: recuperar los restos de su padre, que yacen en una fosa común desde 1939, cuando fue fusilado por el régimen del dictador Francisco Franco.
Es el mayor deseo de esta anciana de sonrisa amable y ojos brillantes, que espera con ilusión el momento de abrir la fosa común a la que arrojaron a su progenitor, a pocos kilómetros de su casa, apenas unos meses después del final de la guerra civil española, del que el martes se cumplen 75 años.
“Mi padre era una persona buenísima, todo el mundo le quería”, asegura. “Dos o tres días después de terminar la guerra se lo llevaron. Y no volví a verle más”. Ascensión tenía entonces 13 años. El único delito de su padre: ser el presidente en su pueblo de UGT, sindicato perseguido durante la guerra por el bando sublevado.
Aquel día, la madre de Ascensión recibió un telegrama de un familiar. Cuando llegó a la prisión donde había sido encarcelado su marido, solo encontró una lata con sus pertenencias y algunas fotografías. “No pudimos enterrarlo, ni hemos podido llevarle flores durante todos estos años. Hemos pasado muchas fatigas”, lamenta ahora la anciana.
Durante décadas, llevó en secreto la muerte de su padre. En plena dictadura, el miedo era más fuerte que el dolor. ‘Yo siempre calladita. Hasta que Franco no se murió y llegaron (al poder) los socialistas (en 1982), no se lo dije a nadie, aunque me acordaba mucho de mi padre‘, cuenta.
“¡Otra novela más!”
La frase se repite en cada lanzamiento editorial, con variaciones al pronunciarla que van desde la incredulidad al hartazgo. “¡Otra novela sobre la Guerra Civil!?”. Y es que desde el fin de la contienda que marcó el siglo XX en España, del que ahora se cumplen 75 años, han llovido ríos de tinta sobre el tema, en muchos casos de las plumas más destacadas y no siempre exentos de polémica.
“Nos guste o no, nada se entiende sin la Guerra Civil, porque la Guerra Civil es nuestro mito fundacional”, argumentaba en 2010 Javier Cercas en una de sus columnas. Él mismo acabó escribiendo “una cosa que se parecía tanto a las novelas de la Guerra Civil que era casi imposible distinguirla de ellas”, y que además lo catapultó dentro del panorama literario. Se titula “Soldados de Salamina” (2001) y narra la historia del falangista Rafael Sánchez Mazas, que más tarde sería llevada al cine por David Trueba.
Sin embargo, no todas las novelas que abordaron la contienda nacían de la misma vocación literaria, especialmente en los inicios. “Las dos grandes líneas que arrancan en el seno de la Guerra Civil (1936-1939), tanto la franquista como la republicana, tuvieron un fuerte contacto con la propaganda”, explica a dpa Blanca Ripoll, profesora de Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona. Y lo mismo apuntaba Andrés Trapiello en su libro “Las armas y las letras” (2010): “La literatura no estuvo casi nunca a la altura del momento histórico, porque casi nada ni nadie lo estuvieron tampoco”.