dissabte, 15 de febrer del 2014

Las guerrilleras silenciadas. María Torres.


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Familia de Consuelo Rodríguez López, ‘Chelo’, en O Barco de Valdeorras
“Para mí fue un orgullo participar en aquella lucha. Fui varios años enlace y después pase a la guerrilla del monte, con armas y luchando con ellos. No queríamos el fascismo, luchábamos por la libertad, contra Franco. Los fascistas nunca nos pondrán en el lugar que nos corresponde, siempre nos rebajarán. Las guerrilleras éramos como todas las mujeres y nada teníamos que ver con la imagen que tenían de nosotras. Sabíamos cuál era nuestra lucha. Éramos dueñas de nuestros actos y no teníamos que dar explicaciones a nadie”
(Consuelo Rodríguez López, “Chelo”)
Hace un tiempo no tan lejano existieron unas valientes mujeres, que como tantas otras silenció la Historia. Ejecutaron una tarea imprescindible, pues eran las colaboradoras en la clandestinidad de los maquis que habitaban los montes de Galicia. Ellas fueron la columna vertebral de la guerrilla antifranquista, y se las denominaba “enlaces da chaira” y “enlaces do monte”. Muchas de ellas no solo realizaron tareas de apoyo, también combatieron y atravesaron la puerta de la clandestinidad.
Eran mujeres de pueblo que tenían algún vínculo familiar o afectivo con los guerrilleros, hija, madre, hermana o novia. Lo que hacían era proporcionar alimentos, trasladar cartas, armas, avisar de los movimientos de la Guardia Civil y acondicionar casas de apoyo,  pero además de todo ello la mayoría tenía una militancia política. Las hubo que sufrieron la represión por ser la mujer de, las que eran enlaces y las que se echaron al monte y cogieron las armas. La actividad de la guerrilla se centraba en la frontera de Valdeorras y el Bierzo Leonés, concretamente en la zona de Casaio, en la escarpada Serra do Eixe, al abrigo de los montes y chozas. A pesar de que la incultura popular aún piensa que los maquis eran bandoleros, o criminales fugados de la Justicia, en su defensa cabe decir que si bien es cierto que huían de la represión, también luchaban contra ella, resistiendo hasta que finalizó la Segunda Guerra Mundial.
Familias enteras estaban implicadas en La Guerrilla, tejiendo una extensa red de apoyos, guaridas clandestinas, ochozos,en los lugares más insospechados. Uno de ellos era la mina de wolframio de Casaio. Esta mina estaba al servicio de los  alemanes, y de allí sacaban el mineral  que necesitaban para el revestimiento de sus obuses. Sirvió de forzoso lugar de encuentro entre los presos comunistas obligados a trabajar en el yacimiento.
Se tienen datos de cerca de doscientas mujeres entre las que pasaron a la clandestinidad y apoyaron el movimiento guerrillero. Todas ellas fueron duramente represaliadas con la cárcel, la tortura, el exilio y la muerte. Pasaron por las cárceles más duras del régimen franquista que las encarceló durante años en prisiones alejadas de Galicia.
A partir de las investigaciones de la filóloga Aurora Marco, recogidas en un libro, su hijo Pablo Ces dió voz a seis deestas mujeres en un documental cuyo título es “As Silenciadas” (Las Silenciadas).
Consuelo Rodríguez López, “Chelo”, perdió a varios de sus familiares en el monte. Sus padres fueron fusilados al finalizar la guerra, una mañana de octubre de 1939. Su hermano Sebastián fue encarcelado y condenado a muerte y el que era su pareja murió en sus brazos tras un tiroteo en el monte. Fue integrante del primer grupo organizado de guerrilleros que surgió en la España de la época: la Federación de Guerrillas León-Galicia. Cuando fue identificada por la guardia civil se escondió en los montes de Lugo y más tarde, en 1949, logró exiliarse en Francia, donde vivió oculta hasta que murió el pequeño dictador.

Antonia Rodríguez y Clarisa Rodríguez, violada y asesinada estando embarazada

Clarisa Rodríguez fue enlace de la zona de Meira. Cuando se la llevaron para interrogarla estaba embarazada. Más tarde su cadáver apareció en una cuneta con signos de haber sido violada.
Carmen Jerez murió también embarazada. Los falangistas la sacaron de su casa  en 1944. La violaron durante meses, y después le dieron muerte a tiros. Los carteles que sus asesinos colgaron con la imagen de su cadáver en los escaparates de Ponferrada daban a entender que había caído a manos de la guerrilla antifranquista a la que protegía.
Carmen Rodríguez Nogueira nunca fue enlace, pero cuando fusilaron a su marido por ser republicano, los amigos de éste acudían a su casa para que los escondiera. Al final sufrió torturas y cárcel.
Esta solo es una pequeña muestra de las valientes mujeres que vivieron en la clandestinidad y apoyaron al movimiento guerrillero de la postguerra en Galicia. Ojalá que en un tiempo cercano todas sus historias salgan a la luz de la memoria.
Por María Torres.