divendres, 21 de febrer del 2014

Cazarabet conversa con Rafael Moreno, autor de `Perseguidos´.



-Rafael, el trabajo que nos encontramos con PERSEGUIDOS es un trabajo muy cercano a los que vivieron la represión, a los apartados, a los denostados, a los casi apestados.  Una recopilación de historias  con testimonios que se nos están yendo, como el agua entre las manos. ¿Cómo, en perspectiva  ves y reflexionas sobre este trabajo?

-Ha sido muy emocionante recuperar las vidas anuladas de tanta gente, de tantas víctimas. Una vez más, el duelo inacabado sigue vigente. Los hijos, los nietos, los protagonistas quieren que no olvidemos a sus seres queridos aniquilados por un tsunami de odio. Antes de que se vayan, los testigos superan ya los 80 años, hacen lo posible por dejarnos sus vivencias, sus vidas

-Por cierto, Rafael, ¿por qué titulas al libro, como PERSEGUIDOS?

-La palabra lo dice: Seguir al que huye, conseguir que alguien sufra o padezca procurando hacerle el mayor daño posible. Ese fue el objetivo de los fascistas que organizaron la cacería de familias enteras, como la de Pedro El Sastre, o la del topo Raneto, cinco años oculto en un zulo de dos metros cuadrados. Perseguidos, alguno incluso cuando salió de prisión tras sortear una pena de muerte firme, como El Platero. Sin olvidar la persecución del poeta de Orihuela.

-Has contado con aportaciones que vivieron de manera, más o menos directa, aquellos días de la Guerra Civil, de represión, miedos y derrotas. Además, se construyen y reconstruyen tus historias( que son las suyas), teniendo en cuenta que son localistas…con  los protagonistas (que, a menudo, escribían diarios y demás), que se conocían unos a otros y viceversa y hasta a verdugos y  delatores….¿Cómo lo “has notado”; cómo lo has podido “manejar” y reflexionar a la hora de escribir?

-Dos de los protagonistas están vivos: José Domínguez, 95 años; y Emilio Fernández, 103 años. Los otros han muerto pero sus diarios, sus cartas de amor, de tristes despedidas te atrapan, te envuelven y arrastran hasta esos años repletos de miedo y represión. El cariño de sus familiares hace el resto, te muestran lo más íntimo de una persona: sus recuerdos.

-Es un libro, éste, en donde se palpa la emotividad y una desgarradora sed de que hace falta “olvidar al olvido” y rendir cuentas a la Memoria Histórica. Parece que, entre páginas, se grite aquello de:” Justicia, pero justicia de una vez…no venganza”. ¿Cómo lo ves?

-Llevo 30 años escribiendo y publicando reportajes sobre los años negros del franquismo y nunca vi deseos de venganza. Sí de justicia y, sobre todo, el deseo de rescatar de las cunetas y los agujeros anónimos a tantas miles de víctimas asesinadas vilmente.
 -Rafael, sabemos que ésta es una pregunta difícil de responder, pero intentémoslo: ¿hay algún testimonio que le haya “turbado” o “afectado” más que otros?

-Sin duda el de José Domínguez, Pedro El Sastre. Las cartas a su madre muerta son como un puñal clavado en el tiempo. Las escribía desde las filas franquistas donde le obligaron a enrolarse después de matar a sus padres.
-Los asesinatos de Las Rosas de Guzmán y toda la historia que lo rodea es impresionante. Coméntanos.

-Las quince mujeres de Puebla de Guzmán fueron secuestradas, vejadas, maltratadas y asesinadas. Nueve en un callejón y seis en el cementerio. Revivir aquel escenario y recorrer 77 años después los lugares del crimen impresiona. La gente de Puebla lloraba mucho al recordarlas. Muchas vecinas, mujeres ancianas ya, nos hablaban de ellas. Al fin y al cabo la imagen que conservan de ellas es la de unas mozas llenas de vida

 -Me he quedado muy impresionada con lo de la Isla de Saltés. Un auténtico campo de concentración, ¿no lo ves así? Aunque parece ser que Huelva tenía más de uno… ¿Qué hubiese pasado si no hubiese sido por la solidaridad de buena parte de los onubenses?

-Saltés era, es, una isla marismeña, en el Atlántico, pegadita a Huelva y Punta Umbría. Con los árabes había allí bellos jardines; con los romanos, salazones... aquella Nueva España de Franco ubicó una enorme prisión a la intemperie. Frío, calor extremo, humedad, mosquitos, insectos... muchos presos enfermaron, otros, como dice Tomás Gento en su diario, murieron apaleados. Pero las mujeres de Punta Umbría decidieron actuar. Y se colaban en la isla en pateras por los caños de marismas en bajamar para llevarles lo que podían. Salvaron a cientos de ellos. Los militares tuvieron que pedir ayuda a la empobrecida población para evitar una mortandad masiva de presos republicanos hambrientos y escuálidos enviados allí tras la caída de Cataluña en mercantes.
-La foto de la página 92: los presos en fila, rapados y con una especie de “pijama” a modo de uniforma me recuerda, otra vez, a los campos de concentración. Rafael, en realidad, ¿qué sabemos de las prisiones y de los campos de concentración, de trabajo de la España de Franco?(aunque hay historiadores como Javier Rodrigo que han y están realizando un trabajo de aportación más que interesante….)

-Quizás sea una de las zonas más oscuras. Poco a poco se va descubriendo más. Incluso hay hasta unidades didácticas sobre algunos de ellos, como el de Castuera, en Badajoz. Rodrigo o Francisco Espinosa han abierto la caja de Pandora. Gonzalo Acosta, Gutiérrez Molina, Lola Macías y Ángel del Río hicieron un trabajo magnífico con El canal de los presos (Crítica 2004). Sólo en Huelva, una ciudad con 40.000 habitantes en 1936, instalaron cuatro. El Platero llega a hablar en su entrevista de hasta 20.000 cautivos, desde muy jóvenes a gente con setenta años. La foto es idéntica a la descripción que hace el preso Tomás Gento en su diario.
-¿Qué ha significado para ti acercarte a todos estos testimonios que compo- nen, poco a poco, todas las historias de un libro “elegante y muy sentido”? 
-Un ejercicio de memoria. Pedro El Sastre tenía esa herida abierta, el asesinato de sus padres, el de un montón de amigos, muchos republicanos viejos del 30 en la Pequeña Jaca (Puebla de Guzmán), de cuando Galán y García Hernández. Lo conocí y me convenció a base de horas y caminatas, charlas interminables. Luego aparecieron las coincidencias y los demás perseguidos.
-Y, en concreto, ¿qué sentiste al poder acercarte a la figura del “poeta de los poetas”, Miguel Hernández?

-La huida de Miguel Hernández por Andalucía es una trepidante persecución. Le fallan todos sus amigos, desde Romero Murube en Sevilla, Pedro Pérez en Cádiz y Diego Romero, en Valverde (Huelva). Sus puertas cerradas cuando más los necesitó. ¿Simple casualidad? Lo dudo. Un cabrero buscando la libertad por los campos secos de Huelva y Portugal, acechado... Pero consigue llegar a Moura, a 161 kilómetros de Lisboa en línea recta. Había pasado lo peor, pero ese maldito joyero le delató y le vendieron a Franco por cinco pesetas. De lo contrario hubiese llegado a Chile en barco. Hicimos gran parte de su ruta andando en mayo, por los pequeños pueblecitos como Santo Aleixo o Rosal. Allí todavía le recuerdan con placas, calles y poemas.
-En resumen, este libro está como muy humanizado ¿Cómo ha sido trabajar con ellos, me refiero a las gentes con las que has ido conversando? (si es que el verbo trabajar es el adecuado)
-Hablando con esta gente uno se empequeñece. Son nobles y tienen palabra. Escuchándoles y dejándoles hablar haces un master en valores y otro en humanidad.
-Por último, amigo Rafael,  ¿cómo ha sido el trabajo y la colaboración, con Francisco Espinosa, uno de los historiadores que más ha luchado por la recuperación de la Memoria Histórica? ; ¿y con el Grupo de Trabajo de Recuperación de la Memoria Histórica de la Historia Social de Andalucía CGT-A?

-Trabajar con Francisco Espinosa resulta gratificante. Es un historiador muy meticuloso y siempre dispuesto a seguir y contrastar su labor. El Grupo de Trabajo de la CGT-A coordinado por Cecilio Gordillo es incansable. Están haciendo una labor magnífica para aportar luz al túnel de la represión franquista. Y esta aventura editorial le está saliendo bien. 

PEDIDOS:
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