dimecres, 17 d’abril del 2013

ORIENTE La huella de la Guerra Civil

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La contienda dejó en Asturias cerca de 500 vestigios bélicos. En el Oriente aún se pueden encontrar nidos de ametralladora, kilómetros de trincheras ocultas por la maleza y dos aeródromos ubicados en Cue y Sales 

17.02.13 - 01:40 - 
La Guerra Civil española dejó cerca de 500 vestigios bélicos en Asturias y en la comarca oriental permanecen en pie unos cuantos nidos de ametralladora y decenas de kilómetros de trincheras ocultas por la maleza. Dos restos fundamentales, que resultaron decisivos para el devenir de la contienda, se ubican en Llanes y Colunga: Los aeródromos de Cue y Sales, desde los que partían aviones cargados de bombas y tripulados por pilotos españoles, soviéticos y alemanes.

La arquitectura bélica, o vestigios de una guerra, es lo que queda tras una contienda: restos de hierros, hormigón o piedras que fueron escenarios de una batalla en la que murió gente, unos defendiendo y otros atacando una posición. Por la zona litoral de la comarca oriental pasó la Guerra Civil española hace 76 años y, aunque los combates apenas duraron 46 días, sobre el terreno quedaron miles de muertos y un recuerdo imperecedero en forma de trincheras, nidos de ametralladora y hasta terrenos de pasto para el ganado que fueron convertidos en improvisados aeródromos, cuando la aviación todavía estaba en pañales.
En Asturias se conservan catalogados cerca de 500 restos bélicos y el 99% de ellos fueron construidos por el ejército republicano. Los principales vestigios de la comarca son unas cuantas casamatas, dos campos de aviación improvisados y decenas de kilómetros de trincheras, hoy invadidas por la maleza porque se encuentran en zonas boscosas de muy difícil acceso, la mayoría en el interior de terrenos sembrados de eucaliptos. A estos restos bélicos apenas se les prestó atención durante 70 años porque los que vivieron la guerra, y la siguiente generación, pensaban que todo aquello era «mejor olvidarlo». La corriente actual va por el camino de descubrir la arquitectura bélica, protegerla y enseñarla como una ruta didáctica o un reclamo con matices turísticos, históricos y divulgativos.
Para que existan restos bélicos tuvo que haber habido una guerra que pasó por allí. Y la Guerra Civil en la franja litoral de la comarca oriental comenzó a sentirse desde el 1 de septiembre al 16 de octubre de 1937: desde el paso del río Deva hasta la toma del concejo de Colunga por el ejército nacional.
El 1 de septiembre de 1937 la I Brigada Navarra, al mando de García Valiño, entró en Asturias por la localidad peñamellerana de Merodio, y la IV Brigada Navarra, mandada por Camilo Alonso Vega, lo hizo por Bustio, atravesando el Deva. En Bustio permanece en perfecto estado de revista un nido de ametralladora republicano, de cubierta plana y con dos grandes troneras y marcas en el suelo para anclar el trípode de la ametralladora. Tiene desagüe y se le ha retirado tierra de su alrededor, descubriendo los cimientos y dando sensación de gran altura.
El día 4 de septiembre los nacionales iniciaban el asalto al aeródromo de Cue, improvisado campo de aviación, de enorme valor estratégico, desde el que los republicanos operaban con aviones Breguet XIX y los Fokker F-VII, de las Líneas Aéreas Postales Españolas, militarizados de forma artesanal. Los navarros, que tuvieron 250 bajas en un ataque suicida de su infantería, dejaron el espacio abierto para que volase desde allí la Legión Cóndor, al mando de Adolf Galland, con el Messermitch 109 y el temible Heinkel 51. Ello resultó fundamental para el posterior asalto a El Mazucu y el Benzúa. Al día siguiente, los navarros entraban en Llanes sin efectuar un solo disparo. Los terrenos del campo de aviación de Cue forman parte en la actualidad de un campo de golf de 18 hoyos.
La batalla de El Mazucu se libró entre los días 6 y 20 de septiembre. 30.000 hombres de las brigadas navarras frente a 10.000 republicanos, favorecidos exclusivamente por lo agreste del terreno. Aquí, los únicos restos bélicos son las trincheras, que fueron kilométricas, y una estela funeraria, en el alto de La Tornería, que recuerda a cuatro pilotos alemanes muertos en combate.
El 18 de septiembre, la avanzadilla navarra de la costa ya había cruzado el río Bedón, por Rales y San Antolín, para llevar a cabo cinco días más tarde la toma del pico Benzúa. A la salida de Cardoso, a ambos márgenes de la carretera, permanecen dos nidos de ametralladora, bien conservados, aunque uno de ellos absorbido por un bosque de eucaliptos. La batalla de El Mazucu fue cruenta pero la del Benzúa resultó dantesca para ambos bandos. El jefe del batallón que defendía el Benzúa, José Sánchez, recordó la situación que le tocó vivir: «Fuimos quemados vivos. La aviación de la Legión Cóndor realizó una serie de pasadas sobre el monte arrojando bombas incendiarias de gran expansión, el monte ardía, la desbandada fue total, no hubo resistencia posible».
El Benzúa cayó el día 24 de septiembre. El final, fue un combate cuerpo a cuerpo, con arma blanca y bombas de mano. Allí también quedan kilómetros de trincheras, cicatrices que recorren el monte, el triste hogar de miles de soldados. Y fue donde la Legión Cóndor, que operó con 21 bimotores y doce cazas, probó un arma nueva y terrorífica al montar una bomba incendiaria y otra de fragmentación sobre recipientes llenos de gasolina.
Sin resistencia, los días 25 y 27 de septiembre, se entregaron Nueva y Ribadesella, respectivamente. En Ribadesella quedó un resto bélico de singular importancia: los republicanos habían volado el puente de hierro sobre el río Sella, de 302 metros, que llegó a ser en su día el puente metálico más largo de España. No quedaba más remedio que cruzar en barca desde el Portiellu hasta el Picu. Curiosamente, la reconstrucción del puente se encargó a un batallón de trabajadores republicanos y la infraestructura actual se inauguraba el 5 de mayo de 1940.
El paso definitivo del Sella, cuya orilla estaba defendida por una larga trinchera, lo efectuaron las tropas nacionales los días 6, 7 y 8 de octubre. El día 14 llegaban a Arriondas y al término de la siguiente jornada las tropas navarras durmieron en el Mirador del Fito, donde se entregaron varios soldados republicanos.
La toma de Colunga se produjo el 16 de octubre, con una leve resistencia por parte de tanques republicanos a la entrada de la localidad. Y en Colunga, los nacionales se hicieron cargo del aeródromo de Sales, unas fincas de pastos que se convirtieron en improvisado campo de aviación del que todavía hoy se conservan varias edificaciones en muy mal estado y que fueron destinadas al alojamiento del personal dedicado a trabajos de fortificación y mantenimiento. Sales fue una base desde la que operaron pilotos soviéticos y españoles y el hogar de los aviones rusos Polikarpov I-15.
Desde el pasado 4 de enero, el aeródromo de Sales está incluido en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. En su origen contaba con un territorio de mil metros de largo por 260 de ancho y tras su toma por los nacionales no fue reutilizado. Mantiene una plataforma destinada a la artillería antiaérea y se conservan restos de un hangar subterráneo que fue excavado por milicianos mineros que no llegaron a concluirlo, aunque, lamentablemente, parte de esa infraestructura quedó sepultada bajo la caja de la Autovía del Cantábrico.
Dos días más tarde de la toma de Colunga, se consideraba que ya no existía ninguna línea del frente republicano en Asturias, una provincia en la que la Guerra Civil se daba por terminada el 21 de octubre con la caída de Gijón.
La huella de la Guerra Civil
Descanso. El 15 de octubre de 1937, antes de la toma de Colunga, las tropas navarras pernoctaron en el Mirador del Fito. :: N. A.