dijous, 3 de gener del 2013

Víctor Jara: Matar un ruiseñor


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MARTES, 1 DE ENERO DE 2013


Un proceso judicial en curso ha señalado el nombre de los verdugos de Víctor Jara
 
Álvaro Cuadra Investigador. Docente de la Escula Lainoamericana de Posgrados. ELAP. Universidad ARCIS / 31-Dec-12
 
En un libro reciente, Mario Amorós, “Sombras sobre Isla Negra”, nos refiere la reacción de Neruda ante la muerte de Víctor Jara, triste presagio de la suya propia en la Clínica Santa María en oscuras circunstancias. Desde su lecho de enfermo, en la habitación, Pablo le increpa a Matilde: “Están matando gente, entregan cadáveres despedazados. La morgue está llena de muertos, la gente está afuera por cientos, reclamando cadáveres. ¿Usted no sabía lo que le pasó a Víctor Jara?, es uno de los despedazados, le destrozaron sus manos… ¿Usted no sabía esto? ¡Oh dios mío! Si esto es como matar un ruiseñor, y dicen que él cantaba y cantaba y que esto los enardecía”

En aquellos tristes días de septiembre de 1973, Víctor Jara fue llevado desde la Universidad Técnica del Estado al Estadio Chile, un centro de detención de ciudadanos; allí fue sometido a vejámenes durante varios días y, finalmente acribillado. Hoy, un proceso judicial en curso ha señalado el nombre de los verdugos: Pedro Barrientos Núñez, Hugo Sánchez Marmonti y entre los cómplices Edwin Dimter, alias “El Príncipe” Hoy sabemos que en todo el territorio nacional, aquel día y los que siguieron, muchos hombres de armas se convirtieron de uniformados al servicio de su patria en asesinos y criminales.

El cuerpo de Víctor Jara fue tirado cerca del cementerio con 44 impactos de bala y evidencias claras de tortura. Fue sepultado en silencio y soledad por su viuda, Joan Turner, como única testigo de la infamia, al tiempo que Chile entero se sumía en una oscura noche de terror dictatorial que duraría varios años. Mientras muchos chilenos enterraban a sus muertos, muchos uniformados, con la abierta complicidad de civiles de derecha, ebrios de sangre, recorrían amenazantes las mudas calles de nuestras ciudades y poblados.

A casi cuatro décadas de aquella tragedia, los chilenos hemos podido conocer, aunque sea muy parcialmente, las dimensiones más tenebrosas de lo acontecido. Bien sabemos que muchos de los culpables, tanto uniformados como sus cómplices civiles, siguen impunes en el Chile de hoy. Lo que no sabían los verdugos de entonces es que al matar un ruiseñor, su canto se multiplica al infinito en un “para siempre” y sus ecos resuenan una y otra vez en el mundo entero, tal y como cantara Víctor Jara: “Ahí donde llega todo / y donde todo comienza / canto que ha sido valiente /siempre será canción nueva”
 
 
Yo no canto por cantar
ni por tener buena voz
canto porque la guitarra
tiene sentido y razon,
tiene corazon de tierra
y alas de palomita,
es como el agua bendita
santigua glorias y penas,
aqui se encajo mi canto
como dijera Violeta
guitarra trabajadora
con olor a primavera.

Que no es guitarra de ricos
ni cosa que se parezca
mi canto es de los andamios
para alcanzar las estrellas,
que el canto tiene sentido
cuando palpita en las venas
del que morira cantando
las verdades verdaderas,
no las lisonjas fugaces
ni las famas extranjeras
sino el canto de una alondra
hasta el fondo de la tierra.

Ahi donde llega todo
y donde todo comienza
canto que ha sido valiente
siempre sera cancion nueva.