diumenge, 20 de gener del 2013

El Diccionario Biográfico de la Acadmia de la Historia, vuelve a la carga


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Escrito por Peio H. Riaño   
Martes, 08 de Enero de 2013 00:00
La Academia de Historia ‘sentencia’ a una Pasionaria que abandonó a sus hijos por Stalin yencumbra a Mola y Millán Astray como esforzados intelectuales
Era una de las entradas más esperadas de los volúmenes que quedaban por aparecer de la polémica obra de la Real Academia de la Historia (RAH). Dolores Ibárruri (1895-1989) estaba sentenciada en el momento en que la organización del Diccionario Biográfico Histórico Español encargó al historiadorStanley G. Payne la revisión de la vida y trayectoria política de la que fuera secretaria general y presidenta del Partido Comunista de España.

El dibujo que hace el hispanista estadounidense es el de una madre que abandona a sus hijos por el partido y un pelele político “leal siempre a las directrices soviéticas”. El autor de ¿Por qué la República perdió la guerra? destaca como mayor atributo de Ibárruri esa tendencia fiel, con la que “prosiguió con su carrera de propagandista y siguió devotamente la línea estalinista”; “conocida siempre por su ortodoxia comunista y su apoyo completo a la línea estalinista”; y “por su eminencia política y demostrada lealtad a la Unión Soviética fue nombrada secretaria general del PCE en 1944”.
Sin embargo, Payne no incluye, por ejemplo, que fue en una entrevista personal con Stalin, en 1948 en Moscú, junto aCarrillo y Antón, donde se decidió que el Partido Comunista debía disolver las guerrillas y abandonar la lucha armada. Sí cuenta el “gran golpe” que fue para ella escuchar en el XX Congreso del Partido Comunista Soviético, de 1956, los grandes crímenes cometidos por el dictador fallecido.
En tono de caricatura, Payne asegura que en el primer viaje que hace la Pasionaria a Moscú, en 1933, en el XIII Pleno de la Internacional Comunista, “los dirigentes soviéticos admiraron un discurso que presentó allí por su pasión y vivacidad, aunque casi no entendieron ni una palabra de lo que dijo”. Payne menosprecia el logro de una mujer autodidacta y dirigente política en la España de los años treinta con anécdotas sin gran rigor historiográfico, pero que se mantiene en la línea editorial del Diccionario de la RAH.
El pecado del comunismo
El arranque del perfil avisa de lo que se avecina: “Nació en una familia obrera, aunque no mísera”. En el primer párrafo de las vidas de los reseñados del Diccionario se descubre más que al protagonista, al historiador que la describe. Payne es de los que prefiere incidir en las creencias religiosas: “Sus padres eran católicos devotos y ella también piadosamente católica hasta que en febrero de 1916 se casó con Julián Ruiz, minero y militante socialista”. En este caso, además, para resfriar el mito comunista de la imagen de Pasionaria, remata: “Al poco tiempo abandonó el catolicismo, pero siempre se mantuvo en una actitud de cerrada fe religiosa, en adelante consagrada al socialismo y, a partir de 1920, al comunismo”. Conclusión, Dolores Ibárruri se mantuvo a lo largo de su vida como una persona de profundas raíces dogmáticas.
“Distorsiona, porque no contextualiza”, advierte el historiador Ángel Viñas sobre el perfil y el trabajo de Payne. “He leído toda su obra y trata de desfigurar la imagen de la República. Es una porquería porque levanta sus teorías sobre el supuesto de que hay malos y que son los comunistas. No quiere entender que el comunismo en España terminó entendiendo que el enemigo era el fascismo”.
Además, asegura que fue la oradora más elocuente y eficaz del partido, que presentó “discursos de gran violencia” y que “en algunas ocasiones pedían ejecuciones políticas”. Viñas reconoce que es innegable el temperamento, el carácter y las cualidades de una mujer como Ibárruri, pero que nunca diría de ella que fue una mujer que alentó la violencia. “Tuvo discursos muy duros, a favor de la moral de la República, pero no violentos”, explica a este periódico el historiador desde su casa de Bruselas.
“A Payne no es fácil encontrarle un error fáctico, pero no contextualiza y no quiere estar al día de la apertura de archivos que ha habido en España en los últimos años. Por eso no cambia de opiniones, porque no pasa por los archivos”, asegura Viñas, la voz más reconocida sobre este período de la Historia de España. “No puede ser que un historiador no tenga la costumbre de archivo, porque están renovando la historiografía por completo”.
Producto de temporada
La conclusión a la que llega el historiador norteamericano sobre Pasionaria es que, además de pintarla de adúltera por mantener una relación íntima con el joven líder del PCE Francisco Antón y de que suprimió su nombre Isidora, el éxito de su secreto fue una combinación de varios factores, que se resumen en fama y moda comunista. “La elocuencia y la pasión, el tono de una voz rica en matices, su estatura alta, su imagen de mujer siempre vestida de negro…, todo se combinaba para formar una imagen ampliamente difundida por el aparato propagandístico del partido y de la Internacional como la comunista española más conocida de la Guerra Civil y luego la española más famosa del siglo XX”, escribe.
Incluso en la narración de los últimos días de Ibárruri, Payne se muestra cáustico: “Casi simbólicamente pocos días después del derribo del muro de Berlín, murió en Madrid”, a punto de cumplir los 94 años, el 12 de noviembre de 1989. Una biografía muy concentrada en el descrédito de la figura y en la misma línea de tratamiento que se hace deEnrique Líster, al que en dos párrafos se pinta de matón, cobarde y sanguinario sin formación. En extensiones también se descubren las intenciones: la reseña de Alfredo Kindelán, responsable de la fuerza aérea del ejército sublevado de Francisco Franco, es mucho más amplia que la de Ibárruri. También que la de Federica Montseny, primera mujer en ocupar un cargo ministerial en la Europa Occidental.
Avalado y revivido
Condenado y congelado por el Congreso en julio de 2011 hasta conocer las conclusiones de la comisión nombrada para corregir las faltas y errores sobre las referencias de FrancoNegrín y la terminología franquista que emplea la obra de la RAH, el Diccionario sigue su marcha con el visto bueno del Gobierno. No sólo ha levantado el veto que la Cámara Baja había interpuesto a su distribución, sino que se le ha devuelto la subvención nominativa de más de 100.000 euros que había sido retirada que la mayoría de los diputados había decidido, a pesar de los votos en contra del PP. Los 6,4 millones de euros que le ha costado al erario público el dichoso Diccionario, suma y sigue.
En la nueva entrega de 15 tomos (faltan diez para completar la colección de más de 40.000 personajes importantes de la historia de este país) aparecen otras reseñas como las de Emilio Mola y José Millán Astray, a los que se les destaca como intelectuales. Sin embargo, y a pesar de las denuncias, el Diccionario mantiene en estos nuevos tomos la terminología utilizada por la propaganda franquista como “alzamiento militar” para referirse al golpe de Estado del 18 de julio de 1936, o el ensalzamiento de figuras tan controvertidas como Severiano Martínez Anido o la multiplicación de vidas de jesuitas, capellanes, monjas, santos y beatos.

El 'Diccionario Biográfico' encumbra a Mola y Millán Astray como esforzados intelectuales

Uno era un notable orador que recorría medio mundo deleitando al respetable con conferencias magistrales y el otro un delicado aficionado a la ebanistería que se brindó a hacer los muebles de su casa. Es parte del retrato que la Real Academia de la Historia hace de José Millán Astray y Terreros (1879-1954) y Emilio Mola (1887-1937) en los nuevos quince tomos del cuestionado Diccionario Biográfico Histórico Español. En ambas reseñas biográficas se resalta la amabilidad y la humanidad de las vidas de dos de los militares más violentos del ejército español en el siglo XX.
De Millán Astray, el autor de la entrada destaca los esfuerzos diplomáticos que tuvo que encarar para lograr la firma del Rey en el decreto que alumbrara la creación del Tercio de Extranjeros, que, “con algunas variantes, hoy perdura con el nombre de Legión española”. La principal diferencia reside en que aquellas eran fuerzas extranjeras. El credo del legionario tampoco es el bushido, el código moral de los samuráis, en el que se inspiró Millán Astray para la nueva unidad.
“Los políticos, ante la presión social, estaban predispuestos a admitir las iniciativas que ahorrasen enviar soldados de quinta a África”, apunta el autor, pero no aclara el porqué de ese malestar de la sociedad. En el camino queda aparcada la explicación que habría aclarado el clima de injusticia que creció por el método de alistamiento, que en su versión más democrática ofrecía elegir destino a los que podían pagárselo.
Manuel del Barrio Jala, comandante de Infantería y diplomado de Estado Mayor y autor del retrato, también añade en el perfil de Astray que llevó una “incansable actividad profesional e intelectual” en Madrid durante los años de su formación. No se refiere, en cambio, a que abandona, como él mismo recuerda, la academia militar en dos ocasiones, hasta que en una tercera consigue finalizar sus estudios y “obtiene el diploma de Estado Mayor”.
Del Barrio Jala recorre cada una de sus heridas de bala y las condecoraciones, habla de la fama que amasó dentro y fuera de España, y de la publicación de un manifiesto contra las Juntas de Defensa como reacción a su destitución como jefe del Tercio. El Golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936 es un “alzamiento militar” para el comandante que escribe, siguiendo la jerga franquista que han criticado y denunciado las asociaciones de historiadores españoles desde la aparición de los primeros 25 tomos de este diccionario, en mayo de 2011.
No hay nada más allá de la revisión de la hoja de méritos de Millán Astray, porque considera el autor que del biografiado “se cuentan múltiples anécdotas, unas favorables y otras no”. Estas últimas parecen no haber sido investigadas.
Para el historiador y profesor Fernando Hernández, el creador del Tercio “es el ejemplo de la brutalización del Ejército, el perfecto ejemplo de militar brutal”. Hernández es autor del ensayo El desplome de la República (Editorial Crítica), en el que desmonta la lectura de la Guerra Civil como una “cruzada anticomunista”. “Millán Astray es la exaltación de la violencia. Con figuras como esta, el Ejército se convierte en una fuerza reaccionaria y se pierde la referencia del talante del Ejército del siglo XIX”, añade.
El enfrentamiento con Unamuno
Para el final, Del Barrio Jala se reserva el acontecimiento que ha dado la talla del personaje para los anales de la Historia, el enfrentamiento con Miguel Unamuno, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, hoy día de la Hispanidad, antes “día de la raza”, tras el cual, el autor de NieblaLa tía Tula y San Manuel Bueno,Mártir quedó arrestado y confinado en su domicilio hasta su muerte.
El autor del Diccionario explica así el suceso: “En el famoso enfrentamiento que tuvo con Unamuno en la Universidad de Salamanca, la frase “¡Muera la inteligencia!” es criticada por muchos historiadores pero matizada por otros”. Entonces, acude a los que la matizan, como José María Gárate Córdoba (curiosamente, el encargado de la biografía de Mola), quien arguye que atacó el término inteligencia porque Unamuno “lo hipotecaba en uso exclusivo suyo y los de su línea”. “Pemán, presente aquel día en el incidente, intentó aclararlo diciendo que fue “¡Mueran los intelectuales! ¡Los falsos intelectuales, traidores!”. Fuera como fuese, no parece haber contradicción en que el personaje dibujado como intelectual pida la muerte de otros intelectuales.
El 'prusiano' Mola
El recorrido vital de Emilio Mola recoge su infancia con especial atención: “De pequeño acabó el bachillerato en Málaga con matrículas de honor en casi todas las asignaturas y con especial disposición en las matemáticas”. Gárate Córdoba aclara, como dato esencial para comprender la verdadera cualidad del militar, que “desde niño estudiaba hasta altas horas de la noche, le atraía lo complicado, componía relojes y era muy aficionado a la relojería”. Añade que era un gran lector y que “aprovechaba las vacaciones para estudiar y evitaba distraerse con diversiones”. Sus compañeros le llamaban 'el Prusiano'.
“Si Millán Astray representa la brutalización del Ejército, Mola lo es en la política”, replica el historiador Fernando Hernández al retrato elaborado en el Diccionario Biográfico. “Es un antiliberal a ultranza. Su entronque no es con el fascismo, simplemente es un autoritario. Desde luego, no le veo como intelectual. Tampoco era monárquico, pensaba en una dictadura en sentido estrictamente reaccionario”.
Gárate Córdoba no advierte el encono que crece en Mola contra la República cuando el Gobierno provisional le destituye como director general de Seguridad, ni se detiene en contextualizar su participación en la sublevación de Sanjurjo, en 1932. Curiosamente, sí se centra en que era aficionado a la ebanistería y que se dedicó a hacer los muebles de su casa, mientras estuvo destinado en Cantabria. O que una vez fuera de su cargo al frente del control del orden público quedó sin recursos y entonces “fabricó juguetes, escribió cuentos para niños y un tratado de ajedrez sin ser jugador”.
La ‘interpretación’ de la Historia
El eufemismo es un arte cargado de posibilidades contra el relato de la Historia: lo que fue una conspiración, se convierte en “reunión”; y los golpistas en “militares descontentos”. Así, “el día 7 [de abril de 1936] con la destitución del presidente Alcalá-Zamora y las manifestaciones en varias provincias, se intensificaron las reuniones de militares descontentos y Mola acabó decidiéndose a dirigir el movimiento insurreccional”. Lamentablemente, el historiador pasa por alto que ya Franco movía ficha desde febrero en la trama contra el Gobierno legítimamente constituido.
Fernando Hernández también lamenta que no se aclare que las instrucciones de Mola, ya en primavera de 1936, fomentaban el exterminio de los contrarios, como por otra parte confirmó Maldonado de Guevara en el dichoso paraninfo de Salamanca: “El fascismo, que es el sanador de España, sabrá cómo exterminarlos”, en referencia a vascos y catalanes. Hernández recuerda cómo Mola fijó los bandos que se leían en las plazas de cada localidad, a tambor batiente, anunciando que el poder quedaba a partir de ese momento bajo la autoridad militar, que prohibía huelgas, partidos y sindicatos, e informaba de la eliminación de los individuos más significados del Frente Popular. “Fue una limpieza a fondo”, añade. Pero de eso tampoco se dice nada en la vida de Mola que recoge el Diccionario de la Academia de la Historia.
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Fuente: El Confidencial