divendres, 16 de novembre del 2012

Haces de chispas como lluvia de oro (Lise London).

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A finales de agosto, cuando los combates cobraban una violencia extrema en las montañas de Somosierra y Guadarrama, que dominan Madrid, el Gobierno español envió a París una delegación oficial, con el objetivo de denunciar la comedia de la "no intervención" y de convencer a León Blum para que entregara las armas y los aviones indispensables para acabar con el alzamiento nacional, redoblado por la intervención directa de las potencias del Eje. León Blum, consternado, sigue justificando la no intervención como medio para impedir la extensión al resto de Europa de la guerra civil que hace estragos en España. "¡No!, nuestra guerra no es una guerra civil, y usted lo sabe perfectamente -le respondió la delegación por boca de Dolores Ibarruri (la Pasionaria), diputada comunista por Vizcaya-. Si usted se niega a ayudar a nuestro país, si deja que nuestro pueblo, que pelea por la libertad, la democracia y la paz, sea aplastado, mañana eso significará guerra en las peores condiciones para Francia." Desgraciadamente, León Blum, "desesperado", no da marcha atrás en esa maldita política, que había adoptado presionado por el gobierno ultraconservador inglés. El PCF convocó entonces un gran mítin en el Velódromo de Invierno para informar al pueblo de Francia de lo que realmente estaba en juego en la lucha que se desarrollaba del otro lado de los Pirineos.

Cuántas veces no habré oído a mi padre, a mi hermano y a otros muchos testigos evocar aquella tarde inolvidable en que Dolores Ibarruri exhortaba a los parisinos y al pueblo de Francia a que hicieran oír sus voces y obligaran a su Gobierno, fruto de la victoria del Front Populaire, a ayudar al gobierno del Frente Popular, que había llevado al poder a los pueblos de España en las elecciones del 16 de febrero de 1936. Hablaba con pasión de los combates que estaban librando sus compatriotas. Fue entonces cuando la muchedumbre enardecida y los miles de manifestantes concentrados en el exterior entonaron a una sola voz: "¡Aviones y cañones para España!". Esa misma noche, [Louis] Aragon escribía:

¡Salud a ti, Pasionaria, flor de la pasión de tu pueblo!
Salud a ti, en quien se alían los dos sentidos de la palabra pasión,
El sentido del dolor del que llevas el nombre
Y el sentido del amor.

En aquel final de septiembre de 1936, cuando Europa entera forma parte del Comité de no intervención, Italia y Alemania, con la complicidad de Portugal, refuerzan su ayuda a la rebelión franquista con el envío de verdaderos cuerpos expedicionarios italianos armados de los pies a la cabeza y de aviones alemanes que bombardean a la población civil. Convencidos de que la victoria es fácil, los generales fascistas organizan la marcha sobre Madrid.

(…)

Hace dos meses que estoy en Albacete cuando Raymond Guyot, que viene de Moscú para asistir en Madrid a una conferencia de las JSU, hace escala entre nosotros para ver a André Marty. Muy amablemente, éste lo invita a darse una vuelta por la base y a visitar el servicio sanitario. Las noticias que me da de Gérard [Artur London] y de mi familia me alegran. A la mañana siguiente, Marty ordena que me reúna con ellos. -Tome asiento, camarada Lise. El camarada Guyot querría que lo acompañara a Madrid de intérprete. Me resulta difícil no acceder a su petición. ¿Qué piensa usted? La oferta me complace enormemente. Por fin voy a poder moverme un poco y conocer la ciudad heróica, la capital mundial del antifascismo. -Claro que acepto, si eso no le causa a usted molestias. Al día siguiente, Raymond y yo emprendemos la ruta. Llegamos de noche a Madrid. Después de muchas vueltas, pues el chófer no conoce la ciudad, aterrizamos en la sede de las JSU, instalada en el palacio del financiero Juan March, secuaz de Franco emigrado a Londres con su inmensa fortuna. En el vestíbulo se amontonan chicas y chicos, muchos de ellos vestidos con uniformes caqui o con monos. Un guardia nos controla y nos conduce hasta el despacho de Santiago Carrillo, que está rodeado por Fernando Claudín, Federico Melchor, Manolo Azcárate, José Laín y Trifón Medrano, el único de la reunión que yo conocía. Nos agasajan a la española, calurosamente y con amabilidad: -¿Eres la hermana de Fredo? -me pregunta Santiago Carrillo, antes de soltar una carcajada al recordar las proezas ecuestres de mi hermano. (…) Discutimos hasta altas horas de la noche sobre la situación militar y política que reina en Madrid y en España. Nos confirman el impacto que tuvo en la moral de los combatientes y de la población la llegada de la primera Brigada Internacional, que inmediatamente se sumó a los combates que asolan la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo. Ante la gravedad de la situación, el Gobierno se ha retirado a Valencia, provocando el éxodo de millares de madrileños. Las direcciones del Partido Comunista y de las JSU permanecen aquí. El general Miaja, secundado por el general Rojo, dirige la Junta de Defensa de Madrid, en la que están representados los diferentes partidos del Frente Popular. En reconocimiento al papel desempeñado por las JSU en la movilización de los jóvenes para salvar a la República, el general Miaja hizo volver del frente a Santiago Carrillo, que entonces tenía veitiún años, para confiarle la Dirección General de Orden Público.

Las fuerzas rebeldes, reforzadas por unidades enteras del ejército italiano, ocupan una parte de la Casa de Campo y alcanzan el río Manzanares. En la Ciudad Universitaria prosiguen los combates, a menudo cuerpo a cuerpo, en el interior de las facultades. Fernando de la Rosa, subteniente del ejército italiano alistado desde el principio de la guerra y comandante del batallón Octubre, acaba de morir de un disparo en plena cabeza. Su relevo lo asegura su asistente, el estudiante Manuel Tagüeña [Lacorte], que, a los veinticuatro años, alcanzará el grado de comandante del ejército de la República.

(…)

La resistencia con la que tropiezan los asaltantes centuplica su locura asesina. Los bombarderos alemanes e italianos multiplican sus incursiones, y la artillería pesada que campa en las inmediaciones de la ciudad hace llover toneladas de obuses y bombas incendiarias sobre los barrios populares. Miles de mujeres, niños y ancianos viven en las estaciones subterráneas del metro. Durante nuestra estancia, vivimos varios bombardeos y, desde lo alto de la azotea, vemos barrios enteros presa de las llamas y haces de chispas que caen como lluvia de oro. Desde entonces detesto los fuegos artificiales.

(…)

Por lo que recuerdo, la reunión de Madrid tenía como objetivo informar a la juventud del mundo de la situación en España y de la participación de la joven generación española en la lucha contra el fascismo, confirmar la petición de adhesión de las JSU a la Internacional Socialista y llamar al reforzamiento de la solidaridad de los jóvenes del mundo entero con España. Los jóvenes socialistas y comunistas españoles, unidos entonces, siguen esperando que la II y la III Internacional consigan fundirse en una organización única.
Era, sin duda, una visión utópica de la realidad, pero en ese momento se adecuaba a la línea del Komintern, tantas veces expresada por [Jorge] Dimitrov. (…) Pero cuando el 5º Regimiento, creado por el Partido Comunista, dé el ejemplo de una organización militar moderna, en la línea de lo que debe ser un ejército regular, los jóvenes socialistas y comunistas se integrarán sin dudarlo en él.


Lise London
Fragmento de Roja primavera.